Vivir: dando batallas entre refugios e intemperie

Año nuevo, vida nueva. Año nuevo…, novedades en El Manifiesto. Ya las iremos anunciando. De momento, empezamos abriendo nuestras páginas a la creación literaria. Y no a cualquiera, sino a palabras mayores de nuestras letras. Las que desgrana la poeta Beatriz Villacañas. Alguien que nos enseña que vivir es abrazar los contrarios: estar, contra miedo y marea, a ambos lados de la ventana, fuera y dentro del refugio.

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Vivir es también un aprendizaje de refugios. Los encontramos en el tacto y en el olor de un libro, en las palabras que contiene y en las palabras que nos gusta oír, en el sueño, en la música, en el café recién hecho. Vivir puede ser mirar por la ventana pretendiendo no sentir el frío con el que tiritan las ramas de los árboles. Buscar el abrazo preciso donde sentirse en casa. Sí, vivir a menudo significa temer estar al descubierto. Pero qué poco sería esto sin el aprendizaje de la intemperie. Sin la salida, contra viento y marea, contra miedo y marea, al campo de batalla de los días. Sin conjugar la perenne paradoja de ser a un tiempo vulnerables y fuertes. Sin mirar la ventana desde el lado del viento.
Y así,
somos la desnudez desarropada
ante el rayo que mata o vivifica,
y el sol abre avenidas de fuego en nuestro pelo.
Armados de los sueños más feroces,
se nos pone mirada de pantera.
Se moja el corazón,
y así revive
dispuesto a dar batalla.
Mas la batalla no siempre es cruenta. O no sólo cruenta. Y, aunque hagan heridas, hay batallas de amor, como la de Jacob con el ángel. Quizá todos seamos Jacob. Será por eso que el ángel, obstinado, nos persigue dentro y fuera, se adentra en el refugio con nosotros o nos espera a la intemperie. A ambos lados del cristal. Decidido a luchar. Que sea una lucha a vida.

© ABC 

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