¡Feliz Día del Trabajo!

Con ocasión de la Fiesta del Primero de Mayo, El Manifiesto se complace en desear a todos sus amigos (y amigas) trabajadores (y trabajadoras) un feliz Día del Trabajo. Con ocasión de tan fausta efemérides, les invita a leer y meditar este interesante texto del camarada trabajador Friedrich Nietzsche.

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Los griegos no necesitaban tales recursos deplorables (dignidad del hombre, dignidad del trabajo). En ellos se expresa claramente que el trabajo es un oprobio: no es que lo sea por ser la existencia una ignominia, sino por el sentimiento de la imposibilidad de que el artista pueda ser a la vez un hombre que lucha por la supervivencia desnuda. El hombre con necesidad artística gobernaba en la Antigüedad con sus conceptos, mientras que en la época moderna es el esclavo quien determina las representaciones: para poder vivir, tiene que designar a su naturaleza, según todas sus relaciones, con falsos e ingeniosos nombres. Fantasmas tales como la dignidad del hombre y dignidad del trabajo. [...] 
La pobreza de la masa que vive penosamente se ha de aumentar todavía más para hacer posible a un número de hombres olímpicos la producción del mundo del arte. Aquí se encuentra la fuente de la rabia mal disimulada que los comunistas y los socialistas, y también sus descendientes más pálidos, la raza blanca de los liberales, han alimentado contra el arte, pero también contra la Antigüedad clásica. Si realmente la cultura estuviera en el deseo de un pueblo, si aquí no gobernaran poderes inexorables que son la ley y el límite para el individuo, entonces el desprecio hacia la cultura, la glorificación de la pobreza de espíritu, serían más que la sublevación de la masa sometida contra los individuos parásitos: sería el grito de la compasión que derriba las murallas de la cultura, y el impulso a la justicia y a la igualdad del sufrimiento anegarían toda otra representación. 

El hombre moderno, sin duda, ha vivido con una consideración afeminada de las cosas. Por eso está eternamente insatisfecho, porque nunca osa confiarse completamente a la horrible y helada corriente de la existencia, sino que corre por la orilla de un lado a otro con angustia. Hay que comprender la época moderna como la época que no quiere tener que ver nada en absoluto con esa crueldad natural de las cosas. 

(Nietzsche, "El Estado griego", en Fragmentos póstumos.)

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