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Salvar salas de cine en Mallorca

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Del mismo modo en que Chabrol, Godard, Hitchcock, Truffaut, Forman, Erice y tantos otros apostaron y apuestan por hacer cine a su manera: dotando a su trabajo de ese punto de vista personal, cuyo contenido, a fuerza de resistir a las imposiciones del cine comercial y con independencia de que pueda gustarnos o no, invita a la reflexión; de la misma manera, puede sorprendernos  la reacción de un colectivo de ciudadanos, anónimos y a la vez espectadores,  que tras el cierre de los antiguos cines Renoir de Palma, forma en julio del pasado año la plataforma ciudadana Salvem els Renoir, constituye una sociedad  denominada Xarxa Cinema y rebautiza a los antiguos Renoir con el nombre de Cineciutat.
Así despega esta iniciativa que aún se encuentra a pequeña escala.  Asombrosa decisión, si la situamos  en el contexto actual. En el siglo XXI  también se producen milagros. Frente al individualismo, esa pandemia que,  atravesando continentes, se extiende entre nosotros desde el Medievo: un proyecto común. Formado inicialmente por unas mil personas  aficionadas al cine independiente y al  cine de autor e interesadas en la permanencia de esas salas.  Una determinación, una idea, una ilusión que, de algún modo, debería  hacer que nos planteáramos si este ejemplo no puede ser un buen arquetipo de actuación a la hora de seguir avanzando sin esperar a que los demás decidan por nosotros  Ya basta de sentarnos a lamentar el cataclismo que nos envuelve. Ya basta de tanto aguardar que sea el sistema o el antisistema, que para el caso es lo mismo, quien nos asista y subvencione. Ya es hora de tomar nosotros mismos la alternativa.
“Me gustan las películas comerciales americanas y las obras de cine de autor. (…) Greenaway suscita en mí admiración, interés y bostezos, mientras que lloro cual magdalena esponjosa cada vez que Melly y Mammy suben la escalera de los Butler tras la muerte de Bonnie Blue, y considero Blade Runner una obra maestra de la distracción de primera categoría.”
Recordando éste, entre los miles de razonamientos de Renée, la entrañable portera de la calle Grenelle, personaje redondo al que Muriel Barbery dio vida en La Elegancia del Erizo y sin ánimo de polemizar sobre la calidad de un tipo de cine u otro, nos queda añadir que en Palma también queremos cine de autor, asociamos ocio a cultura y esto no es un capricho. ¿Puede un proyecto de estas características, u otro similar, lograr que nuestra economía fluya por cauces distintos a la actividad del ladrillo que tantos daños medioambientales ha causado en las últimas décadas? Es posible que, asumiendo las dificultades que nos angustian en estos difíciles momentos  con una perspectiva que abarque más allá del marco de una ventana logremos mucho más, de lo que en un principio cabría esperar.
Lejos de vaticinios y análisis de mercado y centrándonos en el asunto que nos concierne: en estos momentos faltan aproximadamente 400 socios para que este plan tenga posibilidades y pueda continuar adelante sin contrariedades.  Los amigos de  El Manifiesto queremos adherirnos a este proyecto, invitando a quienes deseen asociarse a que puedan hacerlo mediante este enlace:

https://socis.cineciutat.org/

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