Un pensador tan importante como desconocido

Giorgio Locchi

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(Por una lamentable error, el artículo ha aparecido durante una horas sin el nombre de su autor, el de Gonzalo Esteban, nuevo y brillante colaborador de este periódico al que no podemos sino expresar nuestras disculpas.)

En primer lugar, me gustaría hacer partícipes a aquellos que se acerquen a estas líneas del descubrimiento de un pensador y ensayista deslumbrante y original: Giorgio Locchi (1923-1992). Apartado, denostado y empujado al “ostracismo” más humillante por los guardianes de lo “políticamente correcto”, por los defensores del “igualitarismo” más mediocre, del “buenismo” más pueril y por los expendedores de “bulas democráticas”; su obra merece hoy una lectura atenta y profunda.

En uno de sus ensayos titulado Mito y Comunidad define al primero como: […] la fuerza histórica que da vida a una comunidad, la organiza, la lanza hacia su destino. El Mito es, ante todo, un sentimiento del mundo compartido y, en cuanto tal, él es y él crea objetivamente el lazo social y, al mismo tiempo, la norma comunitaria. Estructura la comunidad, la de su estilo de vida, estructura las personalidades individuales. Ese sentimiento de mundo es, por otra parte, el origen de una visión del mundo. […]
 
En el caso de una Europa debilitada y enferma, vemos con claridad que el Mito cristiano, que durante cientos de años ha modelado nuestra cosmovisión, ha muerto. Se ha convertido en un Mito incoherente y confuso. Un conjunto de creencias más o menos fantasiosas y contradictorias, cuyos “hombres de ciencia” o teólogos caen, vez tras vez, en una logomaquia ininteligible. Ya lo avanzó, proféticamente, Federico Nietzsche.
 
¿Por qué el Mito cristiano ha muerto? Ha muerto por consunción, extenuado y exhausto.
Agustín de Hipona nos decía: “La Muerte es la compañera del amor, la que abre la puerta y nos permite llegar a Aquel que amamos”; mostrando la relación del hombre con Dios y de éste con aquel.
 
¡Qué diferencia con las palabras que dirige Aquiles a Ulises en el Hades en el que se halla el héroe homérico! “Preferiría ser el más pobre y sucio de los rudos campesinos que se revuelcan en los estercoleros sobre la tierra, que ser el gran rey Aquiles en este mundo de sombras subterráneas”.
 
En palabras de Víctor M. Alarcón en su ensayo Nietzsche y la filosofía del cristianismo, “éste último ha mancillado la fuerza y la vitalidad, ha hecho abyecta la vida misma, ha atacado, enfermado el fundamento de la misma existencia. Su moral es una moral de decadencia, incluso fisiológica. Ha convertido al hombre en un ser-para-la-muerte”.
Síndrome que podemos definir como “tanatofilia” del cristianismo.
 
Por el bien de Europa, urge encontrar un nuevo Mito que arrebate al Cristianismo esos valores que –como diría Nietzsche- en sus manos han sufrido una “transvaloración” dando lugar a la desesperada situación actual, en la que el cáncer de la posmodernidad corroe las entrañas de la antaño esplendorosa civilización occidental hoy sumida en el más profundo agotamiento.

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