Escribía hace tiempo Luis Antonio de Villena, en El Mundo, acerca de Fernando Vallejo y el Apocalipsis. Hablaba el poeta español de lo que hacía bueno el escritor colombiano, nacionalizado mexicano, y que tanto repite en sus escritos: "este mundo es una mierda y va de mal en peor, porque los políticos son zafios y la hez de la clase, porque los pobres son tontos y se dejan manejar, porque todo es rapiña, trepadurismo y violencia, y porque la superpoblación es el gran enemigo del orbe, de la civilización y de la Tierra misma".
No es agradable, desde luego, leer algo así en un día gris, en un país gris, lleno de gente gris. Pero es lo que hay. El gris se lleva. Ni claro ni oscuro: gris. El gris es el color del Gobierno de España y del gremio político en conjunto, cuyos otros colores claudican. Del mismo modo son grises todos los gremios podridos: "mala gente que camina y va apestando la tierra", dijo Machado; o como dice Villena que dice Vallejo de la multitud que llena las calles: "ahí van pegados a esos aparatitos imbéciles los bípedos zafios de esta raza tarada caminando como zombis parlantes. ¡Ay, tan importantes ellos! "
Gris es también la gente que campa en las empresas y oficinas, que no trabajan y dicen o hacen que sí. Los que conspiran y difaman son grises. Los que se esconden cuando se dan palos y los que se muestran cuando se dan flores. Los que roban una película "bajada" de Internet también son grises. Son grises los que no lloran y no ríen, y los que no gritan alguna vez. Y los que no perdonan. Gris es el que no lee, ni escucha música, ni ve cine, aunque lo contrario no sea suficiente. Grises son los que no ayudan a quien lo necesita, a pesar de tenerle al lado, y los que usan la bondad sin dobleces del ajeno, engordando su maldad no reconocida, en lo que ellos creen que es beneficio.
Gris es aquel que no reconoce el talento, ni la honradez, ni la honestidad o, aún haciéndolo, las silencia, temeroso. Gris es el que se agrupa para medrar él sólo. Grises son los mentirosos y más grises aún los que se engañan a sí mismos con conciencia. Gris es el que está donde no debe estar, que hace gris al que no lo es pero lo parece, por no estar en el lugar que ocupa aquel que no debe estar porque no lo merece.
Grises son los rapiñadores, los trepadores y los violentos, como dice Vallejo: "porque todo es rapiña, trepadurismo y violencia". Y este gris triste y repetitivo se extiende como si ya estuviésemos en La Carretera de Cormac McCarthy, donde sólo resiste el amor (con los días contados) de un padre a su hijo. Otro nombre para el apocalipsis del mexicano, que ya ha vencido "al orbe, a la civilización y a la Tierra misma". Pocos saben ya, aunque los vean, cuáles eran los colores que pintaban este mundo porque casi todo es gris por dentro de los ojos.