Lo increíble es que los neocons intenten adueñarse de tal cosa. ¡Qué gente!
Leo Strauss es un gran pensador alemán emigrado a Estados Unidos, las líneas maestras de cuyo pensamiento se sintetizan magníficamente en este artículo publicado por Luis Sánchez de Movellán en "El Diario Montañés". Lo curioso es que los intelectuales "neocons" puedan intentar adueñarse de un pensamiento que, inspirado en Nietzsche y Heidegger, es resueltamente antimoderno, se opone a los desmanes del igualitarismo democratista y, por consiguiente, aunque Leo Strauss no aborde explícitamente la cuestión, a los de su encarnación económica en forma de sociedad que halla en el Mercado su dueño y señor.
Un pilar ideológico determinante en la visión del mundo de los llamados neoconservadores lo constituye el pensamiento de un adepto y protegido de Carl Schmitt, el filósofo germano-americano Leo Strauss, a su vez influido por Thomas Hobbes, Friedrich Nietzsche y Martín Heidegger, pero también por los clásicos como Platón y Aristóteles. Leo Strauss fue un filósofo hermético, cuyos pensamientos no se mostraban transparentes a sus lectores y sólo eran accesibles leyendo entre líneas.
Strauss nació en Kirchhain, Hesse (Alemania) el 20 de septiembre de 1899 y falleció en Anápolis, Maryland (USA) el 18 de Octubre de 1973, es decir, hace ahora treinta y cinco años. Es conocido por ser uno de los padres, y el pensador más influyente del movimiento neoconservador estadounidense. La reputación de Strauss aumentó sobremanera en la medida en que alumnos suyos fueron tomando posiciones en el ámbito público. Primero, en el mundo académico, donde la presencia conservadora se fue haciendo más notable gracias a Irving Kristol, Norman Podhoretz, Samuel Huntington, Seymour Martin Lypset o Daniel Bell. Allí también han tenido un fulgurante éxito antiguos alumnos y protegidos de Strauss como Francis Fukuyama, Allan Bloom, Harry Haffa, Harvey Mansfield o Robert Kagan.
Pero su influencia no ha sido sólo en los ámbitos académicos, sino también en los políticos y en el mundo de los think-tanks. En este sentido se podrían citar a Paul Wolfowitz, cerebro de la política exterior norteamericana tras el atentado del 11-S; el Magistrado del Tribunal Supremo, Clarence Thomas o el Juez Robert Bork; el ex-Fiscal General, John Ashcroft, o el editor -recientemente fallecido- de la revista conservadora Nacional Review, William F. Buckley. En el think-tank denominado PNAC, dirigido por su ex-alumno William Kristol y por el que han pasado buen número de funcionarios de la Administración Bush, podemos citar a miembros muy conocidos como Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Richard Perle o Richard Armitage.
No sólo el filósofo Leo Strauss ha generado un pensamiento "fuerte" que ha llevado a caracterizar visiones contradictorias sobre el mismo, sino que también su propio carácter ha generado versiones contrapuestas sobre su personalidad. Strauss, quien emigró a los Estados Unidos en 1938 huyendo del régimen nacionalsocialista, enseñando primero en la New School of Social Research de Nueva Cork y más tarde en la Universidad de Chicago y en la californiana de Stanford, fue, además de un profesor influyente, un personaje contradictorio, amigo de las formas autoritarias y enemigo de la modernidad o del movimiento hippie, capaz de imponer la música clásica a sus alumnos para evitar que se aficionasen al pop, y transmisor selectivo de sus enseñanzas, a las que sólo accedían una élite de estudiantes seleccionados y afines.
El intrigante y revelador pensamiento político de Leo Strauss se caracteriza, de forma sintetizada, por su afirmación incondicional de un orden social totalitario, precedido por una especie de filósofos-gobernantes tipo Politea de Platón o "guardianes de la verdad", quienes la ocultan de las "masas ordinarias" mediante la diseminación de mitos políticos y religiosos, en función de mantener a las mismas en una sumisión ignorante.
Considera Leo Strauss que la filosofía en sí misma es una cosa sumamente peligrosa ya que suele cuestionar la moral reinante y sacudir los fundamentos del orden social existente. Así es como las consecuencias de un verdadero conocimiento filosófico siempre tendrán que ser asumidas con suma responsabilidad, por lo que la filosofía, según Strauss, no puede ser jamás un asunto de las masas, cuyas mentes mediocres y fácilmente manejables no la pueden digerir. De ahí que Strauss ve la necesidad de introducir lo que será su concepto central, el denominado "texto straussiano", un ensayo filosófico hermético, casi encriptado, escrito de tal manera que el lector común y corriente no puede penetrar la superficie y capta apenas una mínima idea, mientras que su contenido y significado real lo entenderá sólo el lector ilustrado, es decir, un pequeño grupo de "iniciados" a quienes está dirigido el texto de verdad.
Estaba convencido Strauss de que ya en el pasado los pensadores y filósofos habían redactado "textos straussianos", es decir, textos redactados en claves comprensibles sólo por las élites. El secreto y propósito de estos textos cifrados era conservar la división de la sociedad en clases opuestas, en propietarios y trabajadores, en gobernantes y gobernados, en creadores activos y receptores pasivos, y resguardar la ilusión de que el orden social existente era justo, bueno y natural.
El gran e imperdonable crimen cometido por la filosofía política moderna es, para Strauss, el de haber querido abolir la rígida distinción entre clases en nombre de la libertad, lo que condujo a una nivelación igualitaria o bolchevización de la mente con consecuencias catastróficas: lo que Strauss llama el "nihilismo liberal" en el que se han perdido los valores basados en la religión y respetuosos de la sociedad clasista. El filósofo germano-americano considera que el punto de inflexión que marcó el inicio de la degeneración de la filosofía clásica en filosofía política moderna, es Maquiavelo con su revelación abierta de la lógica del poder, anteriormente oculta detrás de los mitos diseminados por las clases gobernantes.
Es francamente llamativo que Leo Strauss, quien era ateísta y veía en la religión judeo-cristiana un fraude enorme, defendiera contra viento y marea la misma religión por considerarla una herramienta indispensable en las manos de las élites para entretener a la gente ordinaria y mantenerla lejos de la filosofía. Para Strauss era suficiente que se les enseñara a las masas lo justamente necesario para que pudieran cumplir con sus funciones en la sociedad de clases sin dudar del orden establecido o rebelarse en su contra, mientras que un grupo selecto de personas pertenecientes a la élite tuviera el conocimiento de la verdad.
El straussianismo se fundamenta en la idea de que la democracia liberal, con su defensa a ultranza de las libertades individuales, ha conducido a las sociedades occidentales a la decadencia y al desastre. Por ello, cree Strauss que ha llegado el momento de que una élite se alce para superar la debilidad y la falta de cohesión social causadas por el relativismo inducido por la filosofía post-socrática. El renacimiento de las sociedades modernas ha de ser protagonizado, en opinión de Strauss, por una casta de políticos aptos y selectos, dispuestos a difundir con convicción una serie de mitos destinados a otorgar sentido a las vidas de la gente corriente.
En definitiva, para la gran mayoría de los norteamericanos, Leo Strauss continuará siendo no sólo el padre de los neoconservadores, sino la figura que mejor representa una cosmovisión ligada al pensamiento fuerte, el patriotismo, la religión y el liberalismo económico. Y que el mejor antídoto contra las patologías de la moderna política de masas reside en la libertad de una mente culta y refinada.
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