El escritor granadino José Abad termina con la leyenda negra de Maquiavelo. Publica en Comares Las cenizas de Maquiavelo, un ensayo en el que muestra el verdadero pensamiento del autor florentino y echa por tierra los tópicos en torno a su figura y su moralidad.
La leyenda negra sobre su personaje iniciada por los jesuitas ha quedado muy por encima de la persona real y su verdadero pensamiento. Sobre Nicolás Maquiavelo sigue pesando la enorme losa de una frase que nunca dijo, “el fin justifica los medios”, y de una actitud que nunca tuvo: la de acceder al poder a costa de lo que fuera. Eso es lo que trata de desmontar ahora el granadino José Abad con su libro Las cenizas de Maquiavelo(editorial Comares), una obra en la que pone al personaje en su verdadero contexto.
“Maquiavelo es un personaje que no ha sido lo suficientemente estudiado en España. Sólo existen sobre él cuatro tópicos que no son ciertos cuando en Italia, por ejemplo, hay una inmensa bibliografía sobre él que no tiene nada que ver con esos tópicos”, explica Abad, que estuvo trabajando en este libro entre 1998 y 2007.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) fue, ante todo, un analista del mundo que le tocó vivir y un observador absolutamente realista. Fue uno de los primeros en soñar con una Italia unida y el primero en aplicar el concepto de Estado tal y como se conoce hoy. Sin embargo, su propuesta de la separación entre la Iglesia y el Estado y su desprecio a la estructura eclesiástica no fue perdonada por ésta, que inició una brutal campaña de desprestigio contra el funcionario florentino que metió el bisturí en el funcionamiento del poder con su libro El príncipe.
“Maquiavelo es un personaje un poco insólito”, afirma José Abad. “Yo me he encontrado escribiendo este libro un poco como abogado del diablo, defendiéndolo frente a los tópicos que existen contra él. Lo que he encontrado ha sido también la influencia que tuvo en el Siglo de Oro español y en autores como Lope de Vega”.
“La idea central de Maquiavelo no tiene nada que ver con eso que se dice de él del poder por el poder. Su idea central era la gobernabilidad. Reflexionaba sobre cuál es el mejor Gobierno en unas circunstancias determinadas, ya fuera la República o el Principado. Hemos de tener en cuenta que en el siglo XVI cada ciudad italiana era una ciudad-Estado y, como tales, eran muy débiles. Por el norte, Francia intentaba apropiarse de Milán. Por el sur, España se había adueñado de Sicilia”, explica Abad. “Todo un país entero era incapaz de unirse para hacer frente contra un enemigo común. Lo que él proponía era el liderazgo de una persona para unir a todo el país”.
Maquiavelo, ferviente defensor de la República como mejor forma de organización social, optó, sin embargo, por defender la figura de un príncipe. “Y lo hizo porque en el momento concreto que él vivió, la gobernabilidad sólo era posible bajo el mandato de uno. Él se dio cuenta de que a pesar de sus simpatías republicanas, un Gobierno popular no tenía viabilidad”.
En ese contexto, Maquiavelo, cuyo trabajo como funcionario público siempre estuvo relacionado con las más altas estructuras del poder ( a veces era enviado como mediador ante príncipes o emperadores) hizo en El príncipe un estudio realista y nada moralizante de cómo debe ejercerse el poder: es preferible que un buen príncipe sea temido que amado; si se alcanza el poder mediante el crimen, hay que hacer que la vergüenza de ese crimen sea olvidada por una buena manera de gobernar.
“Una cosa sorprendente es cómo el tópico de “el fin justifica los medios” jamás fue dicho por Maquiavelo. Eso se lo atribuyeron posteriormente los jesuitas”, explica Abad. Lo que es curioso es cómo los tópicos que se repiten sobre él no tienen nada que ver con su persona ni con su obra. Es sorprendente cómo una lectura errónea de un personaje pueda crear una leyenda que vence a la persona real de cara a la posteridad”.
“Él separó el ”deber ser” que postulaba la Iglesia, la moral, de lo que es ”el ser”, la realidad. Es algo comparable a lo que sucede hoy con la crisis en Estados Unidos. El ideal capitalista, como principal motor, se ha visto desbordado por la realidad y ha hecho que el capitalismo entre en contradicción consigo mismo”. Del mismo modo observó Maquiavelo que los ideales de Gobierno no tenían que ver con la realidad del poder. Nada maquiavélico, por cierto.