Una recuperación no del todo intempestiva

Tamames reivindica a Primo de Rivera (Miguel)

Compartir en:

Ángel Maestro
 
Destacan para nuestra opinión dos facetas en el extenso trabajo de Tamales, de casi 500 páginas, dedicado al general Miguel Primo de Rivera y su tiempo. La primera de ellas es la gran extensión de documentación y referencias tratadas, presentando un concienzudo trabajo de estudio y elaboración de la misma. La segunda, la objetividad en el tratamiento, ya que si la objetividad histórica total se nos antoja un imposible, algo irreal y utópico con la esencia del ser humano, Tamames presenta una gran cantidad de testimonios de rigor histórico distinto, pero cuyo contraste reviste interés cierto. Desde investigadores y autores con reconocido prestigio por su seriedad en la investigación histórica como el profesor Ricardo de La Cierva, o como Ramón de Franch o el profesor Juan Velarde (al que va dedicado el libro), o el profesor Pabón y similares, o periodistas como González Ruano, hasta autores tan sobradamente conocidos por su reconocida manipulación y maniqueísmo, cual Preston o un ya paradigmático escritor  en el dominio de ambas negativas cualidades cual Blanco Escolá, inmersos en la apología de la dictadura de lo políticamente correcto.
 
El cirujano de hierro
 
La figura de Primo de Rivera es analizada con evidente simpatía por el autor, consecuencia de su profundo conocimiento de su vida y de su circunstancia, incidiendo en lo que es base fundamental de la obra: la diferenciación con otros regímenes dictatoriales, especialmente con el fascismo mussoliniano, y también con el régimen autoritario del generalísimo Franco.
 
A pesar de su admiración por la obra de Mussolini, Primo nunca quiso implantar un régimen permanente, sino concentrar sus energías en ser ese cirujano de hierro deseado por Joaquín Costa, pero no con ideas de permanencia definitiva, sino de temporalidad. Precisamente el mismo Franco señalaría que uno de los problemas de Primo sería la falta de doctrina que asegurase su permanencia.
 
La evidencia de que la opinión pública española ansiaba algo que la liberase de la frustración continuada de la parasitaria clase política (clase con excepciones como Maura o Dato) era evidente. Y Tamames presenta hechos, no elucubraciones, que reflejan esa ansia de soluciones en las diferentes capas de la sociedad española, tanto de la intelectualidad como de la burguesía, o amplios sectores de las clases trabajadoras y de los militares, especialmente estos últimos, pero no exclusivo de ellos, exacerbados tras el desastre de Annual.
 
En 1923, como ha señalado recientemente Pío Moa, en tesis con la que coincidimos plenamente, el país se encontraba al borde de una crisis revolucionaria más grave que la de 1917. El terrorismo anarquista y el contrario de la patronal catalana, el auge de los separatismos, la situación de la economía, el cáncer de Marruecos, era un todo que ponía de manifiesto la incapacidad de la inmensa mayoría de la clase política, creando las condiciones objetivas, cual diría un leninista, para hacer que el cambio de Régimen fuese algo inexorable.
 
Alfonso XIII, que había borboneado a los pocos políticos valiosos, ya en su famosa intervención en el Círculo de la Amistad de Córdoba, en mayo de 1921, anticipó e hizo públicos, a pesar de los cuidados que puso en evitar su difusión taquigráfica un hombre tan leal como fue el ministro Juan de la Cierva, sus deseos de cambio de régimen.
 
Alfonso XIII era consciente de que la comisión investigadora del desastre africano, (explotado, hay que reconocerlo, por la demagogia socialista y republicana) llegaría hasta el monarca con consecuencias peligrosas. Pero además conocía que con la clase política existente no había solución posible, y sabiendo además del ansia de la nación, apoyó decidida y fundamentalmente el golpe del 13 de septiembre, sin cuyo asentimiento regio no habría sido posible. El autor relata pormenorizadamente todos esos acontecimientos aportando testimonios plurales que hacen formarse al lector sus propias conclusiones.
 
La bienvenida hacia Primo de la inmensa mayoría de la sociedad española, y muy especialmente en Cataluña, fue alborozadora. Tamames se extiende en la disimilitud de la dictadura de Primo (con el decidido apoyo regio, hasta que naturalmente le borboneará al iniciarse el declive de la misma), con el régimen fascista de Mussolini, a pesar de apreciaciones equívocas. El mismo Alfonso XIII en su viaje a Italia, al presentar a Primo de Rivera al hombre de acción y jerarca fascista Italo Balbo, le dice: “Este es mi Mussolini”.
 
La Dictablanda
 
Primo, como describe detalladamente Tamames, ejerce una dictadura suave, sin provocar muertes, y ajena a una dura represión: la “Dictablanda”, repleta de éxitos y realizaciones. Termina con el cáncer de Marruecos, lo que le lleva al cenit de popularidad, hace inoperante el separatismo, el orden público es modélico, y realiza una enorme labor social y económica. Crea los llamados “firmes especiales” que suponen la asfaltización de las carreteras nacionales radiales, hasta entonces con adoquinado, y en un tema muy conocido por este comentarista no sólo desarrolla nuevas líneas férreas, sino que el parque de tracción de los ferrocarriles españoles se enriquece con la aportación de modernas locomotoras y material remolcado a la altura de cualquier ferrocarril extranjero.
 
Da una fuerza considerable a la Marina de Guerra con la construcción de los más modernos cruceros y destructores, que hacen reforzar el papel de España, particularmente en el Mediterráneo, al punto de que, según expertos europeos, en un hipotético conflicto la intervención de España inclinaría la balanza hacia Francia o a Italia. Los éxitos aeronáuticos, las realizaciones de todo tipo son logros de la Dictadura.
 
Tamames presenta detalladamente la imagen de Primo político pero también  íntimo. Católico ferviente, pleno de amor a España, vehemente en sus reacciones como las derivadas de sus “notas oficiosas de obligada publicación”, y sus sanciones económicas, pero fundamentalmente bueno, sin doblez ni rencor. También su vehemente impulso amoroso, apasionado, pero preso de su condición de tan alta jerarquía.
 
Primo se rodea, superada la etapa del directorio militar, de un plantel de hombres ante todo competentes. Algunos jóvenes, de la talla excepcional de Calvo Sotelo, quien acometería la más profunda reforma de la administración local. O de Eduardo Aunós, o de otros mayores, como Galo Ponte, pero imbuidos todos del afán del bien hacer, ajenos a los politicastros de los últimos tiempos de la restauración.
 
El conflicto con los artilleros, el desapego de altos mandos militares, la aparición de problemas económicos, discrepancias con algunos colaboradores, el propio agotamiento de Primo, con su salud muy tocada, originan que Primo realice imprudencias como el innecesario telegrama a los capitanes generales, y en una actitud harto extraña en un dictador, presente su dimisión al rey.
 
Alfonso XIII, impulsor tan decidido de la llegada de Primo de Rivera al poder, en una actitud constante en España en los Borbones, desde el siglo XVIII a los primeros años del siglo XXI, “borboneará” a Primo, induciendo su caída. Gran parte de la derecha abandonará a Alfonso XIII, quien se apresura a desacreditar la experiencia de Primo, considerando que así podría salvar el interés fundamental de esa familia, la supervivencia del trono, cuando los restos de esa clase política desahuciada por Primo acuse de “traidor y perjuro” al rey por aceptar el golpe del 13 de septiembre de 1923.
 
El general fallece en París en circunstancias bien descritas por Tamames , y al trasladar sus restos a Madrid por la estación del Norte, aparece la postura ruin de Berenguer en relación con el sepelio. Alfonso XIII parece coincidente con la ingeniosa y certera descripción  de Chateaubriand al afirmar: “La ingratitud es oficio de reyes” (pero los Borbones exageran, acotaba Aquilino Duque). Claro que si existiese el “ingratidómetro”, Alfonso XIII, arrojaría una medida ciertamente inferior a la de alguno de sus descendientes.
 
A modo de conclusión, el libro del profesor Tamames representa una valiosa aportación histórica, muy bien documentada y elaborada, y rara condición, a la vez amena, para conocer el importante período de la historia de España representado por el general Primo de Rivera, su época y su circunstancia.
 
 
TAMAMES, Ramón: Ni Mussolini ni Franco. La dictadura de Primo de Rivera. Colección España Escrita. Editorial Planeta. 458 páginas. Barcelona 2008.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar