Del Madrid rojo al Berlín pardo

Dos testimonios imprescindibles sobre el drama del siglo XX

La ventaja que tienen los periodistas, cuando son buenos, es que su testimonio llega adonde no suele llegar el historiador. Sobre la guerra civil española y sobre la segunda guerra mundial hay millares de libros, pero pocos tienen la viveza de dos autores que presenciaron los hechos in situ: el norteamericano Charles Knoblough, autor de Última hora: guerra en España, y el español Ramón Garriga, autor de El ocaso de los dioses nazis. Escritos los dos inmediatamente después de los sucesos que narran, estos libros poseen hoy un valor excepcional. De ambos hemos hablado ya aquí. Pero queda mucho por decir. Y por leer.

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Es difícil saber si los ciudadanos, el día de mañana, prestarán alguna atención a los testimonios escritos por periodistas sobre asuntos como, por ejemplo, la guerra de Irak, los atentados del 11-M o la negociación de Zapatero con ETA. Tal vez la época del gran periodismo haya muerto con el advenimiento de la imagen televisada a todo el planeta “en tiempo real”. En todo caso, los viejos maestros, los de la máquina de escribir y el telégrafo, sí que fueron capaces de mirar las cosas de su mundo con una mirada singularmente penetrante.
 
Ramón Garriga, catalán y franquista, era agregado de prensa en la embajada española en Berlín. Conoció de primera mano la época del esplendor hitleriano, cuando las divisiones panzer dominaban Italia, y después, la época del hundimiento, cuando todo el Reich era sacrificado en una resistencia sin esperanza. Son historias que nos han contado muchas veces, cierto. Pero, ¿alguien nos ha contado que se decía en los círculos del poder nazi sobre el vuelo de Rudolf Hess? ¿O cuáles eran los sentimientos reales de los alemanes hacia los japoneses? ¿O cuál fue la secuencia exacta de acontecimientos que llevó a Hitler a declarar la guerra a la Unión Soviética, y cómo vivieron aquello quienes estaban en los aledaños del Führer? Este tipo de cosas requieren que haya un testigo despierto y sagaz. Garriga lo era. Su libro El caso de los dioses nazis es un testimonio tan vivo, tan fresco, que adquiere un enorme valor de verdad. Es un libro que no puede dejar de leer nadie que esté interesado en aquella hecatombe que fue la segunda guerra mundial.
 
De Charles Knoblaugh puede decirse otro tanto. Sobre la guerra civil se ha escrito infinito y desde múltiples perspectivas. Knoblaugh era corresponsal de la Associated Press. Trató de mantener el rigor y esa cosa tan compleja que se llama objetividad. Los propagandistas del Frente Popular no se lo perdonaron. Pocas veces ha sucumbido tanto el periodismo bajo la carga de la ideología. Pero, al final, los indicios más elocuentes son los que percibe en primera persona el testigo privilegiado. Las charlas con los camareros en las ciudades rojas, el comportamiento de los milicianos de chaqueta de cuero y pistola al cinto, lo dicho y lo no dicho por los comisarios en los encuentros con la prensa, escenas como esa, terrible, en la que los anarquistas violaron los cementerios de un convento, trajeron de otro lugar el esqueleto de un niño y lo colocaron sobre el vientre momificado de una monja para hacer creer a la multitud que estaba embarazada… A Knoblaugh terminaron echándole de España las autoridades del Frente Popular.
 
Los dos autores coinciden en algo importante: son periodistas, luego escriben para que se les entienda, para que el lector perciba inmediatamente qué está ocurriendo. Uno y otro nos ofrecen numerosas claves de enorme interés para comprender cómo fue aquella tormenta de fuego que llenó los años treinta y cuarenta del siglo XX en Europa. Su edición en Áltera es, propiamente hablando, un acontecimiento.

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