El terremoto de Lisboa anunció a la reina

María Antonieta: la premonición de un trágico destino

La cabeza de María Antonieta, reina de Francia, fue una de las muchas que rodaron en la sangrienta revolución francesa. María Antonieta había nacido treinta y ocho años antes, un 2 de noviembre de 1755, en la corte imperial de Viena. La víspera, el mayor terremoto de la historia de Europa había destrozado Lisboa y causado la muerte de 100.000 personas. El terremoto de Lisboa fue, en cierto modo, una premonición del destino de María Antonieta. Hubo una “generación del terremoto”, cínica y escéptica, que derramó sobre Europa las ideas disolventes de la Revolución. ¿Coincidencias?

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Rodolfo Vargas Rubio
 
La Hofburg o Palacio de Invierno en Viena, 2 de noviembre de 1755. A pesar de ser el día de los fieles difuntos, la Corte Imperial está de festejo porque acaba de nacer el decimoquinto vástago de la sacra y cesárea pareja formada por el emperador Francisco I Esteban de Lorena y su esposa María Teresa, reina apostólica de Hungría y heredera directa de los Habsburgo. Es una niña, que tiene por su nacimiento el rango de archiduquesa de Austria y princesa real de Hungría y Bohemia y el tratamiento de Alteza Imperial y Real.
 
Aún siendo la última segundona de una vasta familia, dada la primerísima importancia de ésta será seguramente una pieza importante en el tablero de la política europea y será la enésima mujer de su familia que sirva a la divisa de su casa: Bella gerant alii: tu, felix Austria, nube (“Que los demás hagan la guerra; tú, oh Austria dichosa, cásate”). En el bautizo le será impuesto el nombre de María Antonia Josefa Juana, pero será conocida con el simplificado de María Antonieta.
 
Son sus padrinos el rey don José I de Portugal y su esposa la reina Mariana Victoria de Borbón, infanta de España. Por una trágica coincidencia, el día en que nace su ahijada es una jornada de luto en el reino lusitano y no por la conmemoración litúrgica, sino porque la víspera ha sacudido Lisboa el peor seísmo del que se tenga noticia en Europa y que se ha cobrado la vida de 100.000 personas, habiendo sido sentido en una gran parte del continente. ¡Terrible coincidencia! La vida de la archiduquesita principia bajo trágicos augurios.
 

 
El terremoto de Lisboa en un grabado de 1755
 
 
La generación del terremoto
 
El terremoto de Lisboa de 1755 fue un acontecimiento que marcó profundamente a los contemporáneos. Echó por tierra el optimismo dominante de la filosofía racionalista expresado en el axioma que consagró Leibniz: “todo va bien en el mejor de los mundos posibles” (cierto es que el gran pensador y matemático de Leipzig escribía filosofía para princesas…). Voltaire dedicaría al fenómeno telúrico que tanto le impresionó una elegía de tonos patéticos y ridiculizaría en el Cándido, su cuento más célebre y corrosivo, las certezas en las que hasta entonces se había apoyado el pensamiento de su época.
 
Podría hablarse de una “generación del terremoto”, caracterizada por un cínico escepticismo y que difundirá las ideas más disolventes del orden tradicional que entonces presidía Europa. Las “luces” del siglo XVIII se alimentan de las tinieblas de la catástrofe y los escombros de la capital portuguesa prefiguran la ruina súbita del Antiguo Régimen, sacudido por el cataclismo social y político de la Revolución Francesa, que llegaría en el giro de menos de medio siglo.
 
No es casual que una de sus víctimas más trágicas fuera precisamente la niña nacida en Viena un día después de la catástrofe lisboeta, cuyas oscilaciones aún no amortiguadas puede decirse que mecieron como triste presagio su augusta cuna. ¡Cosas de la Historia!

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