Total, que en la cartonada del 9N catalán ha participado el 32-33% del censo. De entre ellos, el 82-83% suspiran por la independencia. O sea: sobre el 28% del censo, sin contar los votos de los menores de edad, los extranjeros y los que habrán repetido cuatro o cinco veces por puro amor a la democracia y aprovechando lo riguroso del control sobre las votaciones.
Que alguien recuerde a estos saltabalates lo que es sacar adelante un referendum como el del 28F de 1980 en Andalucía. En aquella ocasión, se exigía, por imperativo de ley, un número de votos afirmativos superior al 50% del censo, en todas y cada una de las provincias de la comunidad, supervisado el procedimiento con todas las garantías legales, con el gobierno de la nación en campaña (en contra), publicidad, debates previos en las emisoras de radio, en TVE, con imparcialidad de los medios (en todo caso, ligero o descarado escoramiento hacia el NO o el NO VOTES oficial).
Si los nacionalistas y separatistas de Cataluña hubiesen afrontado la "consulta" de ayer en esas condiciones, y si el mismo proceso participativo hubiese sido "de verdad", habrían hecho lo que suelen: el ridículo.
El mejor de todos, un no-independentista: Joan Herrera, muy contento por "la masiva participación". Está claro que cierto "progresismo" hispano, no digamos el catalán, consideran "masivo" todo lo que junte el mismo personal que un concierto de Lluís Llach, de ahí para arriba. Las dos terceras partes de los catalanes que se quedaron en casa el 9N y pasaron de la pantomima no son "masivos". Son gente que no cuenta y, por tanto, no hay que contarla. IU-LV, etc, como siempre: Optimistas por naturaleza y a cabezazos contra la realidad, hasta que la misma realidad acabe por zampárselos en una orgía de pasión por la brillante, irresistible nada.
Penoso todo esto.
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Pueden leer los datos de participación aquí:
