Del diván al loquero

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 El drama de los socialistas catalanes, históricamente descolocados, políticamente acorralados y en las horas más bajas de su historia en las últimas cuatro décadas, está adquiriendo una dimensión esperpéntica. No se extrañen: cuando una tragedia se prolonga en el tiempo ilimitadamente, sin perspectiva de solución, y quienes la padecen se empeñan en repetir fórmulas agotadas para problemas podridos, al final las consecuencias son inevitables: pasamos del conflicto al malestar, del malestar al trastorno y del trastorno al desquiciamiento. De la tribuna de oradores al diván del psicoanalista.

De psicoanalista fue la penosa parodia de hace unos días, en la sesión de control al gobierno celebrada en el senado de la nación, cuando el expresidente (de la Generalitat) Montilla, momificado cual estantigua más o menos venerable en ese cementerio de lujo para cadáveres políticos que es la Alta Cámara, preguntaba al ministro de turno si era consciente de que el gobierno de la nación "tiene un problema con Cataluña". Supongo que el pacienzudo ministro se contuvo varias veces las ganas de responder al de Iznájar: "Sí, claro que tenemos un problema, el que usted y zopencos como usted han generado y engordado durante años". Con su inocente carita de alcalde rural al que le ha tocado tres veces la lotería, el ex-honorable repetía el mantra del "problema" con el mismo entusiasmo con que los pirómanos se presentan de bomberos voluntarios para extinguir las llamas donde mismo las prendieron. España es así, y el senado como su esencia, el destilado más rácano y más cutre del desparrame mental de nuestra clase política.

Si lo de Montilla fue glorioso, lo de Pere Navarro, secretario general de los socialistas catalanes, es clamoroso. Con la que está cayendo, con la complejidad que entraña ahora mismo el equilibrio de fuerzas y el debate político en Cataluña (con lo fino que hay que hilar para no hacer el ridículo), no se le ha ocurrido otra alternativa ni mejor idea que demandar el arbitraje de la Corona y establecer un proceso de negociación con los partidos políticos como protagonistas, conducente a "una segunda transición", todo, como decía, bajo mediación de la real persona del jefe del Estado.

Este buen hombre, Pere Navarro, a quien no niego un fondo de buena voluntad, o no se entera o es contumaz en el despiste. Si algún elemento desprestigió a la "primera" transición fue justamente el de haberse llevado a cabo mediante acuerdos a puerta cerrada entre partidos que entonces, de manera oficial, no representaban a nadie más que a sus líderes y afiliados (esto último entre muchas comillas). El "café para todos" fue una invención en cuyo alumbramiento faltaron luz y taquígrafos, aunque determinaría los trazos más decisivos y el tono de la convivencia entre los españoles durante las siguientes décadas. Eso sí: el arbitraje, en aquellos momentos preconstitucionales, se suponía efectivo desde Moncloa y la Zarzuela. El resultado es de sobra conocido. Y ahora, casi cuarenta años después, Navarro quiere repetir la fórmula. Grandioso. ¿No había otro voluntario que pariese necedad más espectacular?

Nunca segundas partes fueron buenas, dice el refrán, y dice bien. ¡Y qué segundas partes! Pere Navarro propone una segunda transición tutelada, arbitrada y bajo la autorización moral de un monarca al que la izquierda lleva años desautorizando, desprestigiando, recordando su origen franquista, ya convertido el incauto monarca cazador africano en carnaza para Tele5. Un rey al que hace seis meses exigía el mismo Pere Navarro que abdicase.

Ese rey con corona (de momento) y sin más voz que la necesaria para decir "Lo siento", y esos partidos rapaces que no pueden estar más deslustrados ante la ciudadanía y la opinión pública, han de ser, según Navarro, quienes reunidos en cónclave solucionen los problemas de Cataluña y, ya puestos, de España entera. El PSOE de los ERE´s y la Izquierda Unida de Mercasevilla, los que asaltan supermercados y viajan a Cuba (a costa del erario público), para besar la túnica a la tiranía de los Castro; el nacionalismo catalán de las ITV’s, el Palau, el 3 ó el 4% y suma y sigue; los cachorros de ERC y los batasunos de Bildu, el PNV que considera una provocación que el ejército español esté de maniobras por un monte a cien kilómetros de Bilbao, el PP calladito de los Bárcenas y compañía... Esos son los que juntos y en unión y en defensa de la santa tradición van a ponerse de acuerdo y solucionarlo todo. A puerta cerrada. Si esa es y de tal manera debe realizarse la segunda transición de Navarro, la tercera la haremos a pedradas.

De psiquiatra. y me desdigo ahora mismo sobre lo del psicoanalista que necesita el socialismo catalán. Nada de psicoanalistas. De pabellón psiquiátrico con paredes acolchadas y, para algunos, camisa de fuerza.

 

Publicado en La Gaceta (22/09/2013)

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