La última vez que presencié el fenómeno fue en Carmona, pero tú ya sabes, en pleno valle del Guadalquivir estas actitudes caciquiles, prepotentes, un poquito chulescas de los políticos locales surgen de natural y resultan incluso pintorescas. Lo da la tierra y lo da la historia. Lo que no imaginaba es que en tierras gallegas iba a suceder tres cuartas de lo mismo: en plena jornada electoral, a las puertas del centro cívico donde están instaladas las urnas, ocupando ufanamente varias mesas de la cafetería al aire libre en la soleada mañana de domingo... Ahí los tienes, los mandamases del PP y del PSOE, con sus cartelones del partido colgando del pecho, bien visibles, casi tan llamativos como ellos se muestran aspaventosos, cordiales con todo el que pasa, exageradamente sociables, simpáticos a más no poder y, al mismo tiempo, con cara de "aquí mando yo y ojo que te he visto... o no te he visto".
Me dirijo a uno de los policías municipales que hacen guardia en el recinto y le explico que esos caballeros y esas señoras, todos vestidos de domingo y todos con su cartelito prendido al pecho, están haciendo propaganda de sus siglas y emblema en jornada electoral. La respuesta del policía ha sido demoledora:
-Ah... Se equivoca usted, caballero... Ese señor no está haciendo propaganda... Ese señor es el alcalde.
Pues no he entrado con buen pie, vaya por Dios.
El alcalde me explica, muy pedagógico, que ni él ni sus compañeros de partido ni sus compañeros de corporación (o sea, los que no son de su partido pero también lucen iconografía política a modo de peto), son apoderados e interventores y tienen que estar identificados como tales. Respuesta, Faramio, no te la pierdas:
-Serán apoderados e interventores ahí dentro, en el centro cívico y en las salas donde la gente está votando. Aquí fuera, repantigados, tomando cerveza y saludando a la afición... ¿qué apoderados ni qué interventores ni qué gaitas? (Gaitas gallegas, por cierto).
Total, que ni tiempo a replicarme le he dado porque hace buen día, estoy de buen humor y lo que menos me apetece es discutir con un mandamucho de estos de pueblo.
-Ea... Hagan ustedes lo que quieran, que es lo que siempre han hecho y lo que van a seguir haciendo. A mí me da lo mismo, ya he votado y me voy a casa. Tengan buenos días.
Anda ya... Después de vivir cuarenta y siete años en Andalucía (cinco de ellos en el hábitat natural del jornalerismo sevillano, entre Paradas y Écija), me van a venir a explicar estos aficionados lo que es el caciquismo. Que sí, hombre... Que tengan muy buenos días.