¿Tan difícil es?

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 Tenía un pequeño problema con un envío de libros por correo, debido a mi reciente cambio de domicilio. Ayer acudí a la oficina y lo resolví en un santiamén. El jefe de los carteros me dijo, orgulloso y muy satisfecho: "Para que luego digan que Correos funciona mal". "Nada de eso", contesté. "Al revés, si el grado de civilización de un país se mide por la puntualidad de sus trenes y la exactitud de su servicio de correos, España, al menos en este último aspecto, debe de servir como ejemplo a muchos". Y el hombre se quedó más orgulloso y más satisfecho todavía.

¿Tan difícil es que las cartas lleguen a tiempo? No lo es. Todos los días, miles de funcionarios postales se empeñan en demostrarlo.

Y si nuestro servicio de correos funciona por lo general impecablemente, ¿tan difícil es anhelar que todo marche más o menos por parecido camino, similar criterio y semejante sentido cívico sobre la importancia real de cuanto hacemos, nos interesa o nos disgusta?

Si el sentido común se llama así, común, porque todos lo tenemos (al menos no conozco a nadie que reconozca carecer de él); ¿tan difícil es que apliquemos a nuestros problemas eso mismo, sentido común?

Yo creo que no. Y eso es a lo mejor lo difícil de verdad, no tanto creer en el sentido común del resto de nuestros conciudadanos como, a secas, creer en ellos.

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