Derecho a la minoría de edad

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 Última tendencia en pediatría, en la sanidad pública: medición antropométrica y radiografías óseas a las niñas, entre 8 y 10 años, para determinar con fiable aproximación cuándo comenzarán a menstruar. Si se prevé un inicio temprano, se administran hormonas a fin de retrasar el desarrollo natural de la paciente. La autoridad médica, con su ministra a la cabeza (supongo), debe de haber despejado la incógnita de la ecuación: si las menores de edad pueden abortar sin conocimiento ni mucho menos consentimiento de sus padres, lo suyo es posponer razonablemente su capacidad de concebir. Ingeniería médica al servicio de las leyes del Estado. 

Es lo último, no lo más deprimente (a menudo sórdido), de la obsesión habida en estos últimos años por legislar y controlar sobre todos los aspectos de la vida privada, incluida la vida privada de los niños. Estamos cansados de oír y presenciar siempre el mismo debate sobre menores y su responsabilidad legal, derechos, mayoría de edad, consentimiento en relaciones sexuales, capacidad de decisión en temas como el aborto, y un etcétera tan extenso que, la verdad, da grima. Aquí nadie se plantea en serio el derecho elemental, humano, tan natural e improfanable: el derecho de los niños a ser niños; a tener una infancia plena, feliz y cuanto más extensa mejor. 

Los filántropos con anteojeras y los fanáticos de los derechos a toda máquina, ni la infancia respetan. Son como un elefante en una juguetería. Malditos.

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