Lo peor que le puede pasar a un juez es que no pueda descargar sus responsabilidades en nadie, ni en fiscales ni en funcionarios ni en el Estado. Entonces, ahí palma. Es el caso del célebre titular del juzgado de lo social n.º 3 de Toledo, expedientado por guarro. El órgano de gobierno de los jueces quiere imponerle una multa de 7.500 euros porque durante años ha martirizado a los trabajadores de su juzgado con una insoportable halitosis, reiterado y habitual hedor corporal, falta de limpieza en ropas y aseo, hurgarse de manera indecorosa en los pies, oídos o nariz, orinar en los lavabos del despacho con la puerta abierta mientras continuaba dictando resoluciones al sufrido funcionario encargado de mecanografiarlas... la situación llegó a tal extremo que una funcionaria decidió colocarse un fular en la boca y nariz para mitigar la pestilencia; otra se vio obligada a salir del despacho para vomitar fuera, debido a la repulsión que le producía aquel ambiente y comportamiento de Su Señoría. Algunos trabajadores de la oficina judicial se encuentran en tratamiento psiquiátrico. O sea, que los volvía locos con sus extravagancias, entre las que el informe sancionador del Consejo cita, a modo de ejemplo, enviar a un funcionario a hacerle la compra, concretamente una docena de huevos. Está claro que ninguno de los afectados por la grosería de este caballero le ha acusado de ventosear a su libre albedrío porque, fíjense en el detalle, de un pedo siempre puede uno excusarse. El toledano juez le habría echado las culpas al secretario, y el Consejo General del Poder Judicial le habría creído.
Entre 1.500 euros por dejar libre como el viento a un (presunto) asesino y 7.500 por ser un tío cochino hay una diferencia nada desdeñable, oigan, 6.000 eurazos. Una diferencia casi tan grande como la que existe entre el impecable estilo administrativo de una sentencia y la obligación de hacerla cumplir; una distancia tan inmensa como la que existe entre la justicia que da a cada cual lo suyo y una justicia que dicta sus resoluciones desde el urinario, mientras se hurga la nariz.