No se puede ser tan antiguo

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"Estás hecho un antiguo", solía recriminarme mi santa madre en sus últimos tiempos, cuando me quejaba de que la izquierda se estaba quedando sin análisis materialista y la derecha sin principios. Pues mira como me conocía la vieja, oyes.

En mi juventud "los principios" eran cosa de fachas. La derecha estaba llena, atiborrada de principios: familia, orden, religión, autoridad, patria... Pero nosotros, los boquiabiertos por la algarada francesa del 68, no queríamos saber nada de ese asunto. ¿Principios? Y una leche. Libertad y va que chuta.

La izquierda, en mis tiempos, era materialista: la infraestructura económica lo determinaba todo, incluidas las categorías ideológicas, es decir, los citados principios. Como la ideología era falsa conciencia (lo decía Althusser, es decir, palabra divina), todos los principios eran una falacia. La única verdad: la contradicción insalvable, propia del capitalismo, entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Éramos marxistas groso modo, de un izquierdismo contable (plusvalía, valor de uso y valor de cambio, fuerzas productivas... ); llevábamos a Marta Harnecker bajo el brazo igual que los niños pijos de los años ochenta sujetaban en el sobaco el Cinco Días. Todo cuestión de números. La ciencia ante todo, que es lo más parecido al materialismo bien entendido.

"Cómo cambian los tiempos", me escandalizaba yo, a la presencia de la autora de mis días, la que solía llamarme antiguo. Ahora la derecha no tiene principios ni ideología ni discurso teórico. Como dice Rajoy: economía, economía y economía. La izquierda, por contra, se ha olvidado de los números, de las leyes del mercado, la demostración empírica y matemática de que las clases sociales existen y unas explotan a otras, para refugiarse en un almacén mayorista de principios todoacién. Hasta los anuncios de ENDESA son una proclama apologética de los nuevos tiempos, la nueva ideología de la bondad humana extendida hasta el paroxismo. Es una ideología poderosa y cursi, ridícula y tirana. Pero ideología a fin de cuentas, que es lo que importa.

Lo demás, como decía el torero: puro materialismo. Pecado de muerte.

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