El catalá a Andalusía

Compartir en:

EL 62% de los lectores del ´Diario de Sevilla´ en su edición digital consideran muy interesante la iniciativa de la Junta de Andalucía para la inclusión del catalán como asignatura en nuestras escuelas, porque «nos abre más oportunidades laborales». En la medida en que pueda concederse fiabilidad a las encuestas internáuticas, debe deducirse que la mayoría de los andaluces ven como sano y probable el cumplimiento de la tradición: tirar para Cataluña en caso de que aquí no les vayan bien las cosas.

Hombre, un servidor es partidario de que, como asignaturas optativas, se introduzca en la escuela el estudio del catalán y el gallego, que son lenguas españolas de honda y muy rica tradición literaria. De este modo, los alumnos andaluces podrían leer en su sazón a Josep Pla y Rosalía de Castro entre otros. Aunque, claro, considerando que dichos alumnos no parecen mostrar mucho interés en leer a los autores que se expresan en su mismo idioma, difícilmente los imagino entusiasmados en el temblor de Follas novas. Más bien se me descojonan de la risa. Por el título. Criaturitas. Eso sí, trabajar en una fábrica de Sabadell son otros cantares, un asunto mucho más serio, la histórica redención del obrero andaluz que, a falta de tornillos que apretar en su querida tierra imparable, siempre puede contar con un cuñado o un primo muy bien colocado en el Baix Llobregat que les haga de puente en el trasvase migratorio. A fin de cuentas estamos en España, que de momento es país de todos, y qué más dará trabajar en Lucena que en Sant Boi. El caso es doblar el lomo, aportar a la patria y pagar los impuestos que confieren la plena condición de ciudadanía consciente. Nos morimos de modernos en la conservación de las costumbres de siempre. «Adióh, mare mía, y aunque zoy un emigrante hamás en la vía yo podré orvidarte».

Que tampoco me parece mal esta perspectiva, en serio. Porque si hay que favorecer ´la movilidad laboral´, se favorece y en paz; no están los tiempos para ponerse exigente y pretender la sinrazón de vivir en Sierpes y trabajar en la Plaza Nueva. Aunque eso sí, sería muy de agradecer que estuviéramos a la recíproca con las respectivas comunidades implicadas, de modo que si los niños andaluces tienen oportunidad de estudiar catalán en Écija, puedan hacer lo propio con su lengua, que debe ser el español más o menos, en L´Hospitalet. Aunque me parece que no. El español -castellano lo llaman-, es asignatura de dos horas semanales, cuando lo es, que por lo general no lo es ni cinco minutos, en toda Cataluña. Y prou. ¿Por qué? Porque sí y no empiecen a incordiar con diatribas lingüísticas, que enturbian mucho la convivencia democrática. Si en Cataluña no se cumple la Constitución y no es territorio efectivamente bilingüe a efectos oficiales -otra cosa, por fortuna, son la calle y la vida-, eso no debe constituirse en problema para nuestra administración autonómica. Su obligación, muy bien cumplida, es la de preparar a perfectos futuros emigrantes que acudan a la opulenta aunque ligeramente desinfraestructurada Cataluña con el idioma de los currinchis bien aprendido. Parlarem l´idioma de TV-3 desde la escuela, sí señor. Es que tienen un tino y una sutileza que no se puede aguantar. Después de décadas de triunfal avance en los ámbitos sociales y económicos, de mantener y dar esplendor a las libertades políticas, de dignificar la civilización y cultura andaluzas, los pensantes de la Junta se han dado cuenta de nuestro verdadero hecho diferenciador: todo andaluz, vocacional y potencialmente, es un charnego.

Y ahí, como casi siempre, han estado sembrados. Cómo me gusta ser andaluz, Dios mío. Mes que a un mico un gronxador.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar