Septiembre, mes de bodas

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Septiembre pone cordura a los ciclos amorosos.

Mes en el que las bodas comprimen la agenda y la tarjeta de crédito en un nudo que aprieta y ahoga.

De las pocas compensaciones que aporta tanta vorágine es que uno se vuelve a enfundar su chaqué; Europa sólo podría salvarse si tan magnífico atuendo fuera de curso habitual.

Las ceremonias resultan un perfecto microclima sociológico donde la capacidad femenina para criticar nunca dejará de sorprenderme.

La paciencia por la novia impuntual disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites mientras me confirman que la prima de Valladolid arriesgó demasiado con semejante pamela.

Como pétalos encendidos, solteras de carne aún prieta se acercan a la novia ávidas de un roce de buena suerte.

Después el convite, sable nupcial para los más atrevidos y el alcohol que, por fin, desenreda tanta pasión acumulada.

Suelo cronometrar el tiempo entre el vals y el tema de "nueve semanas y media"; entonces, el contoneo arrítmico de algún despeinado que amaga con quitarse el cinturón me recuerda que es buen momento para irse a casa.

Mañana conviene llegar temprano y solícito a la tintorería porque tenemos una boda a la vuelta de la esquina.

www.fernandoanaya.com 

 

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