--Y nada de fumar puros con el presidente Felipe Calderón, que te conozco, que decís que vais a hablar de la lucha antiterrorista y de la cooperación económica y cultural, y luego resulta que os ponéis a fumar y a beber tequila como locos. Nada de tequila, ¿está claro?
--Sabes que no me gusta la tequila, Sonsoles.
--Bueno, pues nada de nada.
Se lo prometí. Y la verdad: el viaje está siendo un éxito gracias a las rancheras con que Sonsoles obsequia a nuestros anfitriones mexicanos después de cada cena. Cómo la aplauden y vitorean. Ya la llaman “Sonsoles la Brava”. Y también “La Cuerva Indómita”. Aquí, cuerva es un piropo, me cuentan, porque la mejor tequila es El Cuervo. Dicen que canta las rancheras como sólo podía hacerlo Pancho Villa o el mismísimo Zapata, mandando y retando. Desde las ruinas mayas de Chichén Itzá, mandamos un telegrama de felicitación a los Príncipes por el bautizo de su hija Sofía, lamentando mucho no poder asistir. La verdad es que no lo lamento nada, porque después de aguantar la fuerte bronca de Sonsoles cuando leyó que más del 90 por ciento de los alcaldes de capitales de provincia se han subido el sueldo tras las elecciones, en la que me llamó de todo por estar cobrando lo mismo desde que llegamos a la Moncloa (“¡y además muchos de ellos ganan más que tú!”), no estaba dispuesto a afrontar la que podía echarme Letizia—otra señora de armas tomar—por no haber concedido la ayuda del cheque-bebé un poco antes del 3 de julio, o al menos no promulgar el decreto con efecto retroactivo hasta el 1 de enero.
--¡Ése debe creer—me dicen que ha gritado refiriéndose a mí—que las infantas no necesitan pañales y biberones! ¡Y que nos traen las aguas bautismales del río Jordán por la cara! ¡Y que los sacaleches los da la Seguridad Social! ¡Y que los potitos reales se pueden comprar en Carrefour!
Pues a doña Letizia sólo le faltaban sacaleches. Solbes me ha comunicado que, según una reciente encuesta o estudio, a la mayoría de los españoles les cuesta mucho llegar a fin de mes.
--¿Y si les pagaran el día 23 en lugar en lugar del 30 o el 31?—le he dicho.
Ni una sonrisa. Nadie, y mucho menos mis ministros y colaboradores, se ríe con mis ironías, humoradas o sarcasmos, con mis salidas ingeniosas. Nadie. Esto es algo que me preocupa mucho, como he reflejado en estos diarios desde el principio. ¿Lo hacen a propósito? ¿Piensan que ya sonrío yo bastante por todos? No lo sé. Quizá sigo siendo Sosomán, aunque mis hijas no me lo llaman últimamente. Pero, en fin, como bien dice el Zen: “El bosque sería muy triste si sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen”. Yo así lo creo. Pero a ver quién se lo dice a Sonsoles....