Renfe ha hecho un esfuerzo por adaptar sus menús a las exigencias de todo tipo de clientes. Los hay vegetarianos, celiacos, diabéticos, sin sal, para niños y para quienes adaptan la alimentación a sus creencias religiosas. Ofrecen comida “kosher” para los judíos y comida “para musulmanes”… Así da comienzo la noticia titulada “El Instituto Halal de
El Instituto Halal reprende a RENFE por no estar certificada por ellos (es decir, por tal instituto) para ofrecer comida musulmana, y, por consiguiente, engaña al consumidor. Así que la muestra de buena voluntad de RENFE ha sido asaeteada por el Instituto Halal,
Mansur Escudero es el presidente de
Ahora bien, esos nombres de una misma familia, aunque se escuden en múltiples agrupaciones, no tienen culpa alguna de que RENFE sea pusilánime. Pedir podemos pedir todos. Están en su derecho. Lo patético es que nos hagan caso hasta el ridículo. ¿Por qué han de ofrecer menús para judíos y para musulmanes, y no para mormones? ¿No hay aquí una clara discriminación de RENFE? ¿Tiene RENFE algo contra los santos de los últimos días? ¿Se podrá reclamar dentro de poco un vagón naturista para quienes esa forma de vida es una opción total y cotidiana? ¿Cuándo alguna entidad islámica pedirá vagones separados para mujeres y hombres? Y, de lograrse esto, ¿no llegaremos a la conclusión de que el apartheid es el mejor de los mundos posibles, con cada cultura dentro de su ámbito? Imagínenselo: un vagón para musulmanes, con espacio para las oraciones, películas religiosas, coranes a disposición de los viajeros; otro para católicos, con la posibilidad de seguir la liturgia de las horas, con el rezo del Angelus, o el rosario del Papa en MP3; otro para gays, con películas adecuadas, almohadones con la bandera del arco iris y música de Village People… ¿Ha llegado el momento en que los altermundistas se den la mano con los racistas?
Al gran orientalista británico Alan Watts le sugirieron que eliminara el vino del menú que ofrecía una institución que él regentaba. En opinión de los multiculti de entonces, la presencia del alcohol podía ofender a musulmanes o a miembros de otras religiones. Alan Watts dijo que no sólo se ofrecía vino, sino refrescos y agua, por lo que cada cual era libre de escoger; y que, además, el vino formaba parte de la cultura europea, y que bajo ningún concepto se iba a suprimir en una institución que dirigía él, un hombre orgulloso de sus raíces.
Esta contundencia de Watts es la que haría falta en esas entidades (Gobierno español, RENFE, Deutsche Bank…) que están dejando paso franco a la desigualdad entre los ciudadanos. Al fin y al cabo, no se trata de que se ofrezcan menús diferentes, sino de que ciertos grupillos van conquistando parcelas de poder que nos llevarán a la catástrofe. Y, sobre todo, que las están ganando quienes odian hasta la médula la cultura europea y la tradición cristiana.