Ibarretxe sabe lo que quiere. ¿Lo sabe ZP?
El presidente del Gobierno vasco –gobierno autonómico, habría que especificar- parece decidido a sacar adelante su “consulta”. Como era previsible, lo hará con una pregunta genérica sobre el terrorismo a la que es imposible contestar que no, pero que, si se contesta que sí, esa respuesta será utilizada para cimentar un proceso de autodeterminación del País Vasco. Tan encelado está el lehendakari con su “consulta” que ha vinculado a ella su continuidad en la política: si no sale bien –afirma- se irá a casa.
Que no salga bien es algo que está en manos del presidente del Gobierno. Éste ya ha dicho que esa consulta es ilegal, pero no ha explicado cómo piensa impedirlo. Aznar –recordémoslo- amenazó con la cárcel a los promotores de la idea. Semejantes radicalidades –o sea, la aplicación estricta de la ley- está lejos de las maneras zapaterianas, que más bien consisten en ir trampeando hasta que las cosas se pudran solas. Esa táctica le ha funcionado hasta ahora gracias al envilecimiento generalizado de la sociedad española, dispuesta a tragar con lo que sea mientras no le toquen el fútbol y la tele, pero llega un momento en que hay que tomar decisiones drásticas, y en ese terreno Zapatero está inédito. Ahora tiene ante sí dos tesituras en las que se impone decidir: la crisis económica y el desafío de Ibarretxe.
La política de ZP en el caso vasco está clara: repetir al modelo que tanto éxito –a corto plazo- le ha dado en Cataluña, a saber, convertir al PSE-PSOE en un partido de corte nacionalista. Pero esta es una política que sólo tiene en cuenta los intereses del socialismo, no el interés general de los españoles ni el de la nación. Lo que plantea Ibarretxe es algo más que una jugada de comidilla política cotidiana. Zapatero debería ser capaz de resolverla con una decisión que la nación española pueda percibir como digna de confianza. Pero para eso hace falta una grandeza que a este hombre le falta.
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