Mejor dicho, ninguna institución cristiana, de hondas raíces europeas, con profundos fundamentos en países preñados de historia, literatura, arte, y, como en el caso de Inglaterra, de tradiciones democráticas y ampliamente tolerantes, se merece que la lidere un personajillo para quien, según parece, los musulmanes están por encima de los cristianos. Y, si me apuran, la reina de Inglaterra, cabeza de
El arzobispo de Canterbury, primus inter pares de
Dudo mucho que el objetivo del arzobispo sea el leninista de forzar las contradicciones del sistema (es decir, llevemos al Reino Unido al punto de autorizar la sharía para que haya una rebelión europea y lo que se haga sea todo lo contrario: restringir lo islámico). Por desgracia, habrá expresado, desde el peor de los pacatismos buenistas cristianos, una convicción honda de “respeto”, de supina idiotez.
Esto hace aguas por todas partes. Ahora, la segunda figura cristiana en importancia tras el Papa, pide al Estado británico que se disuelva para algunos de sus ciudadanos. Qué bien, Rowan Williams, qué bien. Será un puntazo ver una lapidación en la abadía de Westminster. Qué solidarios nos habremos vuelto entonces, arzobispo traidor, imán de Canterbury.