El arzobispo de Canterbury

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La Iglesia de Inglaterra, en cuyo credo se reza “creemos en la Iglesia, una, católica y apostólica”, que en sus orígenes tan sólo fue cismática, y sobre la cual se rumoreó últimamente un posible ingreso en la católica y romana, no se merece un arzobispo como Rowan Williams.

Mejor dicho, ninguna institución cristiana, de hondas raíces europeas, con profundos fundamentos en países preñados de historia, literatura, arte, y, como en el caso de Inglaterra, de tradiciones democráticas y ampliamente tolerantes, se merece que la lidere un personajillo para quien, según parece, los musulmanes están por encima de los cristianos. Y, si me apuran, la reina de Inglaterra, cabeza de la Iglesia, tampoco merece una humillación como la que ha tenido que recibir por el mentecato de Williams.

El arzobispo de Canterbury, primus inter pares de la Comunión Anglicana, ha defendido que en el Reino Unido se aplique la sharía islámica. Así, como lo oyen. Dado que la británica ya es una comunidad multicultural, Rowan Williams ve consecuente que determinados colectivos como el muslime se rijan por su propio código legislativo.

Dudo mucho que el objetivo del arzobispo sea el leninista de forzar las contradicciones del sistema (es decir, llevemos al Reino Unido al punto de autorizar la sharía para que haya una rebelión europea y lo que se haga sea todo lo contrario: restringir lo islámico). Por desgracia, habrá expresado, desde el peor de los pacatismos buenistas cristianos, una convicción honda de “respeto”, de supina idiotez.

Esto hace aguas por todas partes. Ahora, la segunda figura cristiana en importancia tras el Papa, pide al Estado británico que se disuelva para algunos de sus ciudadanos. Qué bien, Rowan Williams, qué bien. Será un puntazo ver una lapidación en la abadía de Westminster.  Qué solidarios nos habremos vuelto entonces, arzobispo traidor, imán de Canterbury.

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