Quizás por la pereza que, en la carrera de Derecho, me producía comenzar el estudio de aquellos libros, gruesos como ellos solos, solía tratar de imaginarme la vida del autor a través de su dedicatoria.
Esta afición, con el tiempo, ha llegado a convertirse en una especie de fetichismo y puedo presumir de recitar sin titubeos unas cuantas decenas a cada cual más enmarcable.
Se sorprenderían de la recurrencia con la que los catedráticos suelen referirse a su tercer hijo, generalmente niña, en términos tan cursis como "perdigón" ó "pocholita".
"Por todo este tiempo arrebatado" siempre fue un clásico aunque me suele tocar más la fibra el austero "a mis padres" y punto.
Rescatables para una urgente antología son algunos epílogos donde el hombre de traje gris y gafa de cristal grueso deja volar su alma de poeta reprimido. Vestigios de un parnaso académico donde se menciona, antes de la rúbrica, a las tortuosas riberas del Duero o a la ventolera gaditana.
Desde aquí insto a las autoridades a que subvencionen el estudio de este campo de la arqueología sentimental.