Han pasado diez años desde que Pío Moa publicó el primer volumen de su trilogía monumental sobre la guerra civil. Su principal aportación fue el tomar como fuente documental un material asombrosamente poco explorado: los testimonios de los principales prohombres de la República y, en particular, del Frente Popular, para reconstruir desde ahí la imagen exacta de un periodo histórico demasiado sometido a distorsiones propagandísticas. La operación tuvo el efecto de un terremoto.
Desde la muerte de Franco –más precisamente, desde los últimos años del franquismo- la izquierda había empleado su extenso poder en el ámbito universitario para asentar una versión estrictamente pro Frente Popular de la guerra civil: la II República era un régimen virtuosamente democrático contra el que se sublevaron unos militares golpistas apoyados por el fascismo internacional y los reaccionarios de España. Pero lo que Moa descubría en los textos de los propios protagonistas republicanos era muy distinto: ni la República era una democracia virtuosa, ni el Frente Popular era democrático ni el bando frentepopulista en la guerra civil representaba “la libertad”, sino que el paisaje podía definirse más bien como el de una República sometida a la incesante presión revolucionaria de la izquierda.
Los libros de Pío Moa, rápidamente convertidos en auténticos best-sellers, cambiaron la posición de la sociedad española sobre la guerra civil y su historia reciente. Como era de esperar, los historiadores oficiales del sistema, casi unánimemente proclives al Frente Popular, comenzaron un tenaz proceso de caza: había que silenciar a Moa, echarlo del debate público, anular su existencia, prohibir sus libros. La inquina llegó al extremo de publicar un voluminoso libro titulado expresamente AntiMoa. Curiosamente, en esa ofensiva general contra Moa ha habido mucha descalificación personal y muy poca argumentación propiamente histórica. Porque Moa, en líneas generales, tenía razón. Y sus tesis no sólo contravenían la visión oficial de una izquierda buena y una derecha mala (a ese extremo de simplificación se había llegado), sino que, además, ponían en peligro el monopolio de la izquierda en la interpretación de la historia reciente de España.
"El debate –señala Moa- ha transcurrido como una especie de guerra de guerrillas, de modo confuso y poco organizado, por lo que muchas personas quedan con una idea borrosa sobre los hechos históricos y los argumentos en cuestión. Una cuestión tan importante para nuestro presente y futuro como el enfoque de nuestra historia reciente. De ahí la necesidad de establecer con precisión los datos y criterios empleados por una y otra parte". Y ese es el objetivo de este nuevo libro, La quiebra de la historia progresista (Encuentro), que condensa lo esencial del debate y los grandes puntos que están en cuestión.
Moa ha estructurado su libro en seis partes. La primera es un análisis de los problemas historiográficos en torno a la guerra, y en particular de los errores permanentes de enfoque en los que caen los historiadores de izquierda. Después examina en breves textos monográficos los grandes episodios históricos sometidos a revisión y debate: los antecedentes de la experiencia republicana y el proceso que llevó al colapso de la II República a través del desbordamiento, el asalto y la ruina de la democracia. Por último, Moa revela el origen de las equivocaciones de las versiones proclives al Frente Popular.
En definitiva, la mejor culminación posible para un trabajo titánico de diez años. Un trabajo, el de Moa, que ha cambiado la visión de los españoles sobre la II República.
El propio Moa lo presenta