La división izquierda-derecha: ¿ocaso o transformación? (y II)

Proseguimos y concluimos con esta entrega el trabajo de Arnaud Imatz

Compartir en:

¿Quiénes son los autores que más han criticado la división izquierda-derecha?

La puesta en duda de la permanente validez de la dicotomía izquierda-derecha  es histórica pero también filosófica y moral. Y por eso no es el monopolio de ningún autor, movimiento intelectual o partido político.

Es el liberal José Ortega y Gasset quien decía con acierto: “

Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas son formas de la hemiplejía moral”. (Ortega)

Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral” (La rebelión de las masas, prefacio para el lector francés, 1930).

Es el liberal francés Raymond Aron quien afirmaba: "Una cierta claridad en la confusión de las disputas francesas sólo puede lograrse rechazando estos conceptos ambiguos [de derecha e izquierda]" (Prefacio a L’opium des intellectuels, 1955).

Es el liberal-conservador Julien Freund quien escribía: "La distinción entre izquierda y derecha es polémica y electoral […] es una de las formas actuales de la lucha por el poder". Y también: "La corrección filosófica requiere que vayamos más allá de esta clasificación circunstancial y local" (L’essence du politique, appendice, rééd. 1986).

Es el personalista, nacional-sindicalista, José Antonio Primo de Rivera quien incitaba a rechazar los odios de la derecha y de la izquierda y declaraba: “El ser derechista, como el ser izquierdista, supone siempre expulsar del alma la mitad de lo que hay que sentir. En algunos casos es expulsarlo todo y sustituirlo por una caricatura de la mitad” (9 de enero de 1936).

Es el marxólogo, Costanzo Preve, figura representativa del comunismo italiano, quien aseguraba: “La dicotomía derecha-izquierda no es más que un residuo incapacitante o una prótesis artificial perpetuada por la clase dominante” (Italicum, nº 1-2, 2004).

Es el exmilitante sesentayochista, el izquierdista Jean Baudrillard, quien afirmaba: “Si algún día la imaginación política, la exigencia y la voluntad política tienen una posibilidad de recuperarse no podrá ser más que sobre la base de la abolición radical de esta distinción fosilizada que ha sido anulada y desacreditada al hilo de los años y que solo se mantuve gracias a la complicidad en la corrupción” (De l’exorcisme en politique, 1998).

Es el socialista libertario griego, Cornelius Castoriadis, quien decía: “Hace tiempo que la dicotomía izquierda-derecha no se ajusta a los grandes problemas de nuestro tiempo ni a opciones políticas radicalmente opuestas  (Le Monde, 12 de julio de 1986).

“El ser derechista, como el ser izquierdista, supone siempre expulsar del alma la mitad de lo que hay que sentir." (José Antonio Primo de Rivera)

Etcétera, etcétera.

En realidad, existe un sinfín de autores con convicciones muy diversas que forman parte, en mayor o menor medida, de la tradición crítica de la fractura izquierda / derecha. Conviene citar aquí, a titulo de ejemplos, algunos nombres como el tradicionalista Donoso Cortés,  los liberales Ortega y Unamuno, el socialista-marxista heterodoxo, Gustavo Bueno;  los franceses Pierre-Joseph Proudhon, Maurice Barrès, Charles Péguy, Simone Weil, Daniel-Rops, Jean Baudrillard, Jean-Claude Michéa, Christophe Guilluy, Vincent Coussedière, Alain De Benoist, Marcel Gauchet; los americanos Christopher Lasch, Paul Piccone y Paul Gottfried; los italianos Costanzo Preve,  Augusto del Noce, Pier Paolo Pasolini, Marco Tarchi, Marco Revelli, y un largo etc.[6]

Más, durante las últimas décadas  legiones de politólogos y periodistas han notado que la izquierda neosocialdemócrata (con sus aliados de la extrema izquierda) ha dejado de proclamar su voluntad de resolver la cuestión social y hacer la revolución social (con la esperanza de la liberación del proletario) para asumir los principios del libre mercado e invocar preferentemente los “valores” socioculturales (defensa de la utopía del “ciudadano mundo” y de la integración de las minorías victimizadas, homosexualismo, feminismo, inmigracionismo, ideología del género y multiculturalismo), cuando, por su parte, la derecha neoliberal (rechazando las alianzas con las derechas tradicionales y radicales) ha abandonado la defensa de la Nación, la moral, la religión y la familia, para preocuparse exclusivamente y cínicamente de la economía.

¿En qué consiste ser simultáneamente de derecha y de izquierda?

Marxistas, socialdemócratas, social-liberales y conservadores-liberales a menudo reducen la denuncia de la oposición derecha / izquierda a una actitud extremista, cínica o incluso fascista. Muchos comentaristas políticos denuncian en la crítica de la tradicional dicotomía la mera regeneración del fascismo (cuando no del nazismo) de los años treinta. Pero esto no es más que un argumento de propaganda político-electoral invalidado por los hechos y la realidad histórica.

En el fondo, definirse simultáneamente de derecha y de izquierda es expresar muy sencillamente la convicción de que una comunidad política necesita a la vez justicia y libertad, progreso y conservación, patriotismo e internacionalismo, personalismo y colectivismo, orden y libertad, iniciativa económica y garantías sociales, respeto de los derechos humanos y afirmación de los deberes del hombre, igualdad y meritocracia, solidaridad y competitividad. ¡Ni más ni menos!

Se pueden sintetizar todas esas preocupaciones en pocas palabras. Es la voluntad política de defender y afirmar, por una parte, los valores espirituales, religiosos, patrióticos o nacionales y, por otra parte, las cuestiones sociales o de justicia social. No es y de ninguna manera, como muchos políticos y periodistas dicen, el monopolio del fascismo de los años treinta. Bien al contrario, la tentativa de síntesis se encuentra en los programas de numerosísimos  movimientos de pensamiento, que han ido naciendo y desarrollándose desde finales del siglo XIX hasta nuestros días y en toda Europa. Son movimientos a veces radicales, revolucionarios y extremistas, y otras veces moderados y reformistas según los lugares y las épocas. En mi libro, me refiero a unos veinte modelos o ejemplos como el tradicionalismo social (véase el Donoso Cortés, inventor de la Tercera Vía como lo ha demostrado el economista italiano Stefano Solari); el legitimismo o  primer catolicismo social (el de René de La Tour du Pin y Frédéric Le Play); el bonapartismo, el boulangismo de finales del siglo XIX, el nacionalismo social (de Maurice Barrès y Charles Péguy); el socialismo-patriótico (el de los herederos de los revolucionarios radicales de la Revolución Francesa, como Jacques Hébert; el del socialista-libertario y nacionalista Auguste Blanqui durante la Commune; o el de muchos socialistas no marxistas como Henri Rochefort, Gustave Tridon, Jules Vallès, Albert Regnard, etc.). También conviene citar aquí el sindicalismo revolucionario, el cooperativismo y el mutualismo (de Proudhon, Georges Sorel, Antonio Labriola, Georges Valois, etc.); el distribucionismo y el corporativismo católico (el de los católicos ingleses Hilaire Belloc y Chesterton; el de los franceses Louis Baudin, Jean Daujat, Gaetan Pirou, Louis Salleron, Gabriel Marcel; el del belga Marcel De Corte); el monarquismo nacionalista de la primera Acción Francesa de Charles Maurras; el conservadurismo-revolucionario alemán (Spengler, Jünger, Spann, Moeller van den Bruck, etc.); el personalismo de los no-conformistas franceses de los años 30 (Emmanuel Mounier, Thierry Maulnier, Alexandre Marc, etc.); el nacional-sindicalismo de José-Antonio Primo de Rivera; el Fianna Fáil del irlandés Eamon de Valera principal fundador de la República democrática irlandesa; el fascismo italiano (el conservador y el revolucionario) ; el gaullismo en la Francia de la posguerra (1946-1969); el ordo-liberalismo (de Walter Eucken, Wilhelm Röpke, Alexander Rüstow o Jacques Rueff); y finalmente, los  diversos populismos[7] de hoy (tanto de izquierdas como de derechas con sus discursos soberanistas y/o identitarios para reducir la brecha socioeconómica y/o etnocultural)). 

¿Por qué la división derecha / izquierda ha sido también criticada por el social-liberalismo y la social-democracia?

La crítica de la división izquierda/derecha ha sido también reclamada por el centro. Es el caso de Emmanuel Macron, de Matteo Renzi, y de diversas otras figuras políticas e intelectuales[8] recientes. Paradójicamente son los representantes arquetípicos de la oligarquía globalista[9] Todos han manipulado o instrumentalizado una versión centrista y diluida de la crítica de la división derecha/izquierda con fines electoralistas. Saben muy bien que la división tradicional está hoy ampliamente desacreditada en la opinión pública de sus países respectivos y a la hora de seducir a sus electores lo toman en cuenta. Por lo demás, las políticas de estos líderes están en perfecta consonancia con las de los políticos socialdemócratas o demócrata-cristianos de hace unas décadas como Tony Blair, Schroeder o Clinton. En España, Albert Rivera y su partido Ciudadanos han emprendido el mismo camino. Rivera ha obtenido muy significativamente el apoyo del ex primer ministro socialista francés Manuel Valls.

También merece recordar aquí que a finales de los años 1990 estos políticos europeos social-demócratas supieron recuperar e instrumentalizar hábilmente el concepto de Tercera Vía presentándolo en una versión muy descafeinada. Se puede resumir el objetivo y el resultado exitoso (aunque no definitivo, como lo están demostrando hoy las considerables dificultades de Macron ante la insurrección popular de los Gilets jaunes) de sus estrategias electorales, recordando las famosas palabras del joven Tancredi, personaje del Gatopardo: "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie".

¿Qué queda de la división izquierda / derecha y cuál es la nueva dicotomía?

La crítica de la dicotomía D/I consiste hoy en mostrar que no hay ni "valores eternos" de la derecha ni "principios inmortales" de la izquierda. En otras palabras, criticar la dicotomía tradicional consiste en revelar que la derecha y la izquierda son el resultado de ciertas opiniones sobre hechos e ideas, que no provienen de un modelo ideal, de un arquetipo, o de una idea en el sentido platónico del término.

No se trata por supuesto de negar que históricamente la división derecha-izquierda explique gran parte de los fenómenos políticos del pasado, sino de negar que los explique todos. Se trata además de mostrar que en la Europa de hoy el llamado debate político inmutable, que enfrenta a dos categorías "esencializadas", la derecha eterna y la izquierda inmortal, se ha convertido en una prótesis artificial que sirve para perpetuar la situación de la oligarquía dominante.

La división D/I ha venido a ser una máscara, que sirve para ocultar otra división, ahora mucho más decisiva: la que opone los pueblos partidarios del arraigo a las élites autoproclamadas que son los vectores del desarraigo; la que opone los partidarios de la soberanía, de la identidad y de la cohesión nacional a los adeptos y partidarios de la "gobernanza mundial"; la que opone los excluidos de la mundialización que viven en las zonas periféricas de los países desarrollados de Europa (gente o ciudadanos que obviamente tienen -o tendrán- sus representantes debido a la “ley de hierro” de la oligarquía muy bien descrita por el académico Dalmacio Negro Pavón) a los privilegiados del sistema, a la oligarquía o hiperclase mundial que vive en los barrios acomodados de las grandes ciudades, en las zonas más desarrolladas del país, y que se relaciona preferentemente o exclusivamente con los privilegiados mundialistas de otros países[10].

Existe hoy obviamente y en toda Europa – quizás con la notable excepción (no se sabe aún si es solo provisional ¿?) de España - un nuevo dualismo que se sustituye irremediablemente a la vieja oposición derecha / izquierda (incluso autores esencialistas que rechazan la posibilidad de una extinción o desaparición de la dicotomía admiten su profunda modificación o renovación): populismo versus oligarquía, arraigo versusmundialismo, cultura comunitaria y solidaria versus cultura liberal y progresista. Digan lo que digan los autoproclamados “expertos y especialistas” mediáticos, son los dos nuevos modos modernos de interpretar la realidad que se enfrentan, dos maneras de ver por dónde viene el mayor peligro, dos manera

s racionales pero irreconciliables de elegir nuestro futuro y nuestro compromiso.

 

[1] Las firmes posiciones anti-intervencionistas, y anti-estatales en el plano económico y el recelo hacia las políticas sociales así como las frecuentes referencias al reformismo de tipo neoliberal (Thatcher y Trump) hacen de Vox un partido de derecha liberal-conservador al margen del populismo stricto sensu y esto a pesar de su programa anti-inmigracionista. Sin embargo, aciertan los que subrayan el “efecto transversal” o pro-pueblo de Vox (véase: Javier Esparza, “El horizonte de Vox”, El Debate, 3 de diciembre de 2018). En cuanto a la propaganda gubernamental que amalgama Vox y el populismo con el fascismo, la “bestia parda durmiendo”, conviene recordar el comentario de Lionel Jospin, antiguo trotskista y ministro de Mitterrand, una vez alejado del poder: “Durante todos los años del mitterrandismo, nunca hemos estado confrontado a una amenaza fascista, y por lo tanto todo antifascismo era solo teatro”. [El Frente Nacional era] « un partido populista, a su manera, pero nunca hemos estado en una situación de amenaza fascista, ni siquiera ante un partido fascista” (Declaración en la radio France Culture, « Réplique », 29 septembre 2007).

[2] En el segundo plano se encuentra la triple fractura entre los partidos críticos de la mundialización radical llevada a cabo desde casi treinta años por los poderes político-económico-financieros dominantes:  la posición altermundialista, internacionalista e cripto-marxista (la de Podemos o Syriza) y las dos posiciones antimundialistas, la liberal-conservadora, como la de de Vox en España, o de Marion Maréchal Le Pen en Francia, línea que en última instancia defiende la unión o alianza de las derechas y la no-conformista o “simultáneamente de derecha y de izquierda”, como la del Frente National (ayer con Florian Philippot) y del Rassemblement National de Marine Le Pen, línea que intenta sintetizar las aspiraciones de identidad y de soberanía, de patria y de justicia social.

[3] Ver desde la derecha : Jean-Louis Harouel , Droite-Gauche : ce n’est pas fini, 2017 et Guillaume Bernard, La guerre à droite aura bien lieu, Desclee de Brouwer, 2016 y desde la izquierda : Jacques Julliard, La gauche par les textes, Flammarion, 2012 o Carlo Galli, Perché ancora destra e sinistra, Bari, Laterza, 2013.

[4] Véase A. Imatz, Droite / Gauche, pour sortir de l’équivoque. Histoire des idées et des valeurs non-conformistes du XIXe au XXIe siècle, Paris, Editorial Pierre-Guillaume de Roux, 2016, 438p. Mis dos libros anteriores sobre el tema, Par-delà droite et gauche (París, 1996) y Los partidos contra las personas (Madrid, 2008), no son más que breves e  incompletos esbozos.

[5] La “preferencia nacional” ha sido el principio defendido por el Frente popular francés de los años treinta. Los partidos radicales, socialistas, y democristianos y los sindicatos como la CGT marxista se acordaban en denunciar los peligros de la inmigración. Vease las leyes anti-inmigracionistas de 1923, 1926 y 1932 y los decretos de 1936, 1937 y 1938, A. Imatz, Droite / Gauche, Op. cit, p. 92.

[6] El agotamiento de la división I/D ha sido analizado desde la perspectiva “histórico-relativista” pero también desde el punto de vista “esencialista”. Es el caso del mejor especialista del conservadurismo en América del norte, el historiador y politólogo Paul Gottfried (veáse su libro Conservatism in America, Pelgrave Macmillan, 2007). Gottfried afirma sin ambages: “Las diferencias políticas entre derecha e izquierda hoy se reducen a desacuerdos insignificantes entre grupos que luchan por el poder. En realidad  discuten sobre nimiedades”, P. Gottfried, NRH, septiembre-octubre 2011, p.32. Ver también sobre el tema ¿Derecha- izquierda ¿Una distinción política? Elementos, nº 63 con las contribuciones de A. de Benosit, J. R. Portella, J.J. Esparza, H. Giretti, A. Buela, D. Sanmarán, J. Estefania, F. Fernández Buey, A. Buela, A. Giddens, N. Bobbio, etc.

[7] Ver Chantal Delsol, Populismos: Una defensa de lo indefendible, Ariel, 2015 [trad. esp. De Populismes : les demeurés de l’histoire, Le Rocher, 2015] et Alain de Benoist,Droite- Gauche, c’est fini. Le moment populiste, Pierre-Guillaume de Roux, 2017.

[8] Como por ejemplo el inglés Anthony Giddens y el norteamericano Amitai Etzioni.

[9] Aún en plena irrupción de los Gilets jaunes, movimiento popular anti-oligarquico, Macron afirmaba contradictoriamente ser un “progresista” luchando contra “la lepra nacionalista” (1 de noviembre de 2018)  y muy poco tiempo después, delante  de una asamblea de alcaldes,  “somos verdaderos populistas” (21 de noviembre de 2018).

[10] El italiano Marcello Veneziani habla de a una lucha entre “entre cultura comunitaria y cultura liberal” (M. Veneziani, Sinistra e destra, Firenze, Vallechi, 1995). En cuanto al sociólogo francés Emmanuel Todd se refiere a la nueva lucha entre “democracia xenófoba” (nacional) e “imperio autoritario” (europeo) (E. Todd, entrevista “L’État ne peut pas être incarné par un enfant”, Atlantico, 20 de diciembre de 2018).

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

Comentarios

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar