Con Pisa, sin pausa

La causa de fondo de nuestra crisis educativa

Por muchos kilos de maquillaje que el Gobierno haya intentado echar encima, lo cierto es que el último informe Pisa sobre educación deja a España en un pésimo lugar: nuestras cifras son de una pobreza extrema, estamos a la cola de la OCDE en casi todo y, lo que aún es más significativo, suspendemos sin paliativos en excelencia, porque nuestros mejores alumnos –sólo un 4%- son una mediocridad en comparación con los de otros países. El tremendo informa lo glosaba hace poco, con palabras justísimas, el profesor y escritor Enrique García Márquez en el semanario Alba. Vale la pena leer el texto: da en el clavo.

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Enrique García-Máiquez
 
Que el informe sobre el estado de nuestra educación se llame PISA ha dado mucho juego a los articulistas con lo de la torre inclinada. Me parece bien, porque lo cierto es que en España la educación se derrumba. De hecho, me temo que la célebre torre seguirá en pie muchos años más que nuestra enseñanza. Y todavía más si ahora los políticos se ponen a legislar, que es lo que tiene peligro. Llevan años mejorando sin pausa la educación hasta la ruina total que contemplamos. No se han enterado aún de que el problema de la educación no es un problema de la educación.
 
Una sociedad obsesivamente igualitaria tiene un fondo de rebelión contra la excelencia y, por tanto, contra la cultura. No sería difícil, quizá, conectar esto con la escasa magnitud de lo que con generosidad llamamos arte moderno. Lejos de mí arremeter contra la democracia para la elección de nuestros representantes públicos. Sin embargo, permítanme recordar a Aristóteles cuando enseñaba que el mejor sistema político sería el que conjugase democracia, monarquía y aristocracia.
 
Recuperar la excelencia
 
Aquí hemos bajado mucho el listón y nos conformamos, en vez de con el mejor sistema, con el menos malo, que sin duda es la democracia, como afirmó Churchill. Pero sin el contrapeso de los otros dos, la democracia se descontrola e impone sus simples criterios cuantitativos.
 
En el Instituto de Enseñanza Secundaria donde trabajo han organizado un club de lectura. Los estupendos alumnos que se apuntaron estaban muy desanimados porque apenas eran nueve. “La literatura es para pocos; nueve son suficientes y con sólo uno más se hubiesen salvado hasta Sodoma y Gomorra”, les dije. Me miraron raro. Luego me enteré de que la elección (democrática, por supuesto) del libro a leer en común estuvo muy disputada entre Ruiz Zafón, Dan Brown y Paulo Coelho. Ganó Coelho. Así se entiende: si su idea de Literatura es un best-seller resulta lógico que quieran ser muchedumbre.
 
Para enderezar la educación haría falta un cambio de rumbo estético y ético: que se respetase lo mejor, que lo excelente se reconociera como tal. No pienso que sea imposible. Me temo que no se quiere. Y mientras tanto, se ponen parches legales a la debacle educativa. Sin pausa. Y en el próximo PISA, seguro que peor, ya verán.

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