Un caso para reflexionar

La niña preñada y sus manipuladores

Una niña de once años se ha quedado embarazada; al parecer, el padre tiene catorce años. Ha ocurrido en Ponferrada. Es un caso excepcional, por fortuna, pero no por ello ha dejado de suscitar un cierto debate y también importantes reflexiones. Desde el primer momento se ha visto una notable presión para hacer pasar la idea de que la niña debe abortar. Pero, ¿por qué exactamente? Sin duda la vida de la niña quedará marcada por este hecho, pero se está olvidando que hay otra vida dentro. Elementos para el debate.

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Ha sido Javier Urra, ex defensor del menor en Madrid, quien ha venido a sugerir la conveniencia del aborto diciendo que la madre –la niña- no es capaz de darle la vida.
 
Se está diciendo que la niña no es responsable. Ciertamente, y ese es el problema –no haber sido educada en la responsabilidad. En todo caso, si a ella no se la considera responsable ahora, sí lo pueden ser sus padres. Los padres son los responsables de la niña, luego a ellos les toca decidir. Es posible que jurídicamente sea así (aunque un tribunal acaba de autorizar a una madre de 17 años, menor, donar parte de su hígado a su bebé; se la ha considerado responsable para ello no por la edad, sino por la maternidad). En todo caso, ¿qué quiere decir aquí que los padres de la niña embarazada pueden decidir? ¿Acaso eso no afecta también al feto?
 
Igualmente, se está diciendo que tener el hijo afectaría gravemente a la niña en su futuro. Es, en efecto, perfectamente posible. También es perfectamente posible que, si aborta, eso la afecte para el resto de su vida. Al que seguro que afectará el aborto es al feto, ese niño que está ahí y no por propia voluntad. Recomendar el aborto por los problemas futuros que pueda sufrir la niña equivale a proponer hoy un mal cierto y seguro –la muerte del feto-para conjurar un mal sólo probable, incierto y, en todo caso, futuro.
 
Se está diciendo, por último, que desarrollar el embarazo podría tener graves consecuencias para la salud de la niña-madre. Es una hipótesis verosímil, pero sólo una hipótesis. Por otro lado, ese argumento recuerda demasiado al efugio de “riesgo para la salud de la madre” que ha convertido la Ley del Aborto en España en una suerte de gigantesco coladero y que ha hecho de nuestro país el abortorio mayor de Europa. En todo caso, para verificar el riesgo físico hay médicos; en cuanto al riesgo psicológico, ya sabemos para qué emplean ese riesgo las clínicas abortistas.
 
¿Responsabilidad?
 
La plataforma científica Hay Alternativas lamenta que se esté utilizando el caso de la menor embarazada para hacer propaganda del aborto, escudándose en la defensa de la salud de la madre: "Nos convertimos en defensores de un menor, pero queremos matar a otro", denuncia la doctora Joya, portavoz de esta plataforma, quien añade que "es inadmisible que se esté violando la intimidad de esta niña y de su entorno familiar, y que la sociedad se atreva a opinar sobre cuestiones que pertenecen al ámbito privado y que afectan a la vida de dos seres humanos".
 
En efecto, finalmente deberían ser los padres de la menor, y sólo ellos, los que tengan que actuar conforme a sus conciencias. ¿Y la niña? La responsabilidad moral de la niña nos mete en un problema paralelo, pero no menor en un país donde se enseña a los niños el uso de la sexualidad desde muy temprano sin reconocerles, al mismo tiempo, responsabilidad moral, sanitaria ni legal para ello. "El Estado pretende adoctrinar a los niños desde edades muy tempranas en todo lo referente a la práctica del sexo, y además pretende decidir por ellos cómo, cuándo y dónde tener relaciones, y cómo afrontar sus consecuencias. Se está intentando por todos los medios que esta niña no sea consciente de la vida que lleva en su seno, dando por hecho que no va a ser capaz de entenderlo ni de asumirlo, menospreciando así su capacidad", declara la portavoz de la plataforma científica.
 
Según la Doctora Joya, "afirmar, en el siglo XXI, que una niña de 11 años no puede llevar adelante un embarazo ni dar a luz es querer excusar un hecho que no se puede negar: se quiere matar a un menor inocente por el sólo hecho de que su madre tenga 11 años. Personas como el señor Urra, ´defensor´ del menor, deberían medir sus palabras antes de declarar tan alegremente que hay que abortar a ese niño porque su madre no es capaz de darle la vida".
 
Al margen de la decisión final, hay una pregunta que la sociedad española debe formularse con urgencia: ¿Tiene sentido difundir la sexualidad entre menores a los que no se reconoce responsabilidad psicológica ni legal para vivirla? Importa señalar que esta situación es muy específicamente española, y más que lo será a partir de la implantación de Educación para la Ciudadanía. La recomendación de la sexualidad a menores de 12 ó 14 años no es algo que encontremos en el sistema escolar francés o alemán. No es cuestión de libertad de hábitos; es cuestión de utilizar la cabeza.

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