El gobierno francés de Gabriel Attal habla alto y claro sobre la necesidad de seguir prestando apoyo militar a Ucrania. En la cadena de televisión LCI, el ministro de Defensa Lecornu, explicó, lleno de sonrisas, todo lo que nuestro país iba a entregar a Kiev. Y de modo parecido al caballero burgués que explica que su padre no era comerciante sino sólo “muy servicial, ya que daba paños a cambio de dinero”, el Sr. Lecornu explicó que estas entregas no convertirían a Francia en beligerante. Al mismo tiempo, el Estado Mayor ruso informaba de que un edificio que albergaba mercenarios franceses había sido destruido, lo cual provocó la convocatoria del embajador francés. Evidentemente, esta postura marcial, ampliamente difundida por los principales medios de comunicación, plantea interrogantes en un momento en que Alemania ha renunciado a entregar misiles de crucero Taurus a Ucrania. Y aún se plantean más interrogantes cuando parece dudoso que Rusia pueda perder. Entonces, ¿por qué los oligarcas franceses quieren seguir implicándose en este conflicto? Vamos a ver por qué.
El Tío Sam moviliza a sus vasallos
En primer lugar, en este conflicto, los gobiernos europeos están obedeciendo todas las exigencias estadounidenses, como los buenos vasallitos en que se han convertido. Estados Unidos está dispuesto a hacer la guerra en Europa, pero a condición de que la hagamos por ellos.
Por razones presupuestarias y políticas, Estados Unidos está reorientando ahora su esfuerzo militar a favor de Israel en su guerra contra Hamás. Pero como el frente ucraniano no debe derrumbarse antes de las elecciones presidenciales de noviembre de 2024, se pide a la OTAN que haga de puente hasta entonces y garantice la continuación del desastre militar. Qué pena para las víctimas…
La economía europea ya está sufriendo por las sanciones contra Rusia y, en particular, por el aumento de los costes energéticos. En segundo lugar, la ayuda a Ucrania se está dando a pérdida, ya que Kiev, habida cuenta de la decadencia del país, no podrá devolver nada. Y por si fuera poco, con la inmigración estamos importando los conflictos de Oriente Próximo.
Con este telón de fondo, ¿debemos seguir apoyando militarmente a Ucrania, a riesgo de vernos envueltos cada vez más directamente en una beligerancia contra Rusia, ya sea deliberadamente o por error?
Belicistas inmaduros
Si los políticos estuvieran preocupados por el interés nacional deberían, como mínimo, tener algunas dudas.
Pero, a diferencia de los anglosajones, a los dirigentes europeos no les importa el interés nacional, razón por la cual están dispuestos a todo. Nuestros oligarcas son belicistas, sobre todo porque ellos mismos no harán la guerra.
La mayoría de ellos, que son muy jóvenes y a menudo incultos, carecen de experiencia y no saben lo que significa una guerra moderna, o una revolución, o una guerra civil. Y subestiman totalmente el poder y la resistencia de los países emergentes porque se creen su propia propaganda.
¡Ay de la ciudad cuyo príncipe es un niño, dice el Eclesiastés! Haríamos bien en reflexionar sobre esta advertencia…
Nuestros oligarcas quieren la guerra para amordazarnos
Por último, en un momento en que los oligarcas europeos se ven cada vez más desafiados por sus poblaciones, no podemos evitar pensar que algunos verían con buenos ojos el estallido de un conflicto real, que permitiera imponer medidas de emergencia para amordazar definitivamente a la disidencia que se avecina y a todos los malpensadores de Europa. Y para practicar así la estrategia del miedo a gran escala.
La guerra en Ucrania ya ha provocado la censura de los medios de comunicación e información rusos en Europa, mientras que la Unión Europea sueña con amordazar las redes sociales. Del mismo modo, la guerra entre Israel y Hamás ha llevado a la demonización de cualquier crítica pública a las políticas del gobierno de Netanyahu, so pretexto de pretendido antisemitismo o incitación al terrorismo.
Imagínense lo que ocurriría con nuestras libertades si la OTAN nos enfrentara abiertamente a Rusia. Estaríamos sometidos a una economía de guerra, es decir, a restricciones, como ya afirman nuestros ministros, censura de guerra, policía de guerra, vigilancia de guerra. Pases y códigos QR para todo.
Y añádase una oportuna suspensión de las elecciones, como ya está haciendo Ucrania, al tiempo que todos los opositores serían, por supuesto, presentados como agentes de Moscú.[1]
Suerte que los otros no están tan locos como nosotros
Tenemos suerte de que los líderes de las naciones del mundo policéntrico hayan sido capaces hasta ahora de resistir las provocaciones infantiles de Occidente. De lo contrario, ya estaríamos al borde de una guerra nuclear mundial.
Contrariamente a lo que nos dice la propaganda, estos dirigentes no son ni monstruos, ni locos, ni lunáticos, pues respetan los principios de la realpolitik, es decir, el interés nacional. Es más, tienen una ventaja crucial sobre nuestros oligarcas: la capacidad de perdurar, mientras que los dirigentes occidentales sólo conocen el pánico del cortoplacismo y de la constante propaganda.
Más vale, pues, que en 2024 elijamos la paz y nos aseguremos de que nuestras oligarquías belicistas sean puestas fuera de combate lo antes posible. Es decir, antes de que nos conduzcan, una vez más, al desastre.
[1] Lo cual ya ha comenzado, a expensas de la Agrupación Nacional de Le Pen y de Reconquista de Zemmour…
© Polémia