Sarkozy no sabe qué fue Mayo del 68

El programa de la mayoría presidencial ha sido objeto de enconadas críticas por parte tanto de las izquierdas como de la extrema derecha y de la derecha nacional. Con él, la UMP se ha ganado el mote de Unión para lo Mejor y lo Peor.

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ARNAUD IMATZ

Sin entrar en polémicas, conviene recordar que su líder Sarkozy quiso fundamentar todo este programa en una denuncia expresa del relativismo intelectual de la generación del 68. Una crítica que resulta muy parcial y ambigua, por no estar fundada en un conocimiento correcto de la esencia de dicho espíritu.

Mayo del 68  no fue una rebelión antiburguesa como muchos creen o pretenden, sino una rebelión intraburguesa. Una seudo revolución que se expresó en dos registros: por una parte, el de la oposición contra la sociedad consumista, tecnocrática y cientificista, y por otra, el de la oposición al espíritu tradicional. Y precisamente esta última oposición prevaleció. De ella nació la alianza entre progresismo izquierdista y radicalismo neo-burgués. Los "progres" cometieron el error de confundir los valores tradicionales con los del sistema capitalista, su enemigo más implacable. El espíritu del 68 ha contribuido a romper no los apoyos y las alianzas del capitalismo, sino los últimos diques contra el sistema capitalista. Ayudó al nuevo poder a destruir los valores que el neo-capitalismo quería quitarse de encima: la tradición, el sentido de lo sagrado, el arraigo, la identidad cultural e histórica, el lazo orgánico con la comunidad de destino, de hombres y de valores.

Precisamente en esto reside ahora la mayor fuerza y debilidad del presidente Sarkozy y de su equipo gubernamental. Sarkozy, como candidato, condenó la rebelión del 68, diciendo así a la mayoría de sus electores lo que quería oír, pero Sarkozy, como presidente, rinde homenaje a sus apoyos del complejo mediático-financiero rodeándose de antiguos líderes del movimiento sesentayochesco como su ministro de asuntos exteriores, Bernard Kouchner, un socialista, atlantista, partidario incondicional de los neo-cons americanos y de la intervención americana en Irak, un acérrimo defensor de los derechos humanos y del deber de injerencia, esa funesta reactivación del viejo deber de civilización...

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