La visita días pasados del presidente ruso Dmitri Medvedev a Serbia, que ha pasado inadvertida en España, ha adquirido una importante significación cara a una Europa superada por los acontecimientos y casi ausente de la la escena internacional. En 1999 durante la guerra desencadenada por la OTAN contra Serbia, Rusia fue prácticamente el único Estado en defender los derechos de aquello que se denominaba todavía Yugoslavia en las instancias internacionales.
Los serbios no lo han olvidado y Moscú aprovecha para avanzar sus peones.
Medvedev, que llegó con un cheque de mil millones de dólares de préstamos, ha firmado seis acuerdos bilaterales, muy centrados sobre el aprovisionamiento de gas a Serbia. Así uno de los contratos concierne a las inversiones de los dos países para la construcción de grandes reservas de gas subterráneas en Banatski Dvor, a la vez que del mismo golpe Medvedev firmaba el protocolo de creación de una sociedad común para la explotación del gran gasoducto South Stream.
El South Stream es un proyecto de gasoducto iniciado por los rusos con el fín de suministrar gas a Europa, pasando por el Mar Negro, Bulgaria, Serbia, Hungría, Eslovenia e Italia. De este último país son bien conocidas las excelentes relaciones personales entre Putin y Berlusconi.
El flujo gasístico ruso podría así soslayar a Ucrania, cuyas relaciones con Moscú están sujetas a tensiones casi permanentes. Por otra parte, existe el proyecto estadounidense de gasoducto Nabucco que evitaría Serbia pasando por Rumanía y se dirigiría hacia Austria.
Rusia ha anunciado también un proyecto de modernización de la compañía NIS, serbia de origen, pero controlada por GAZPROM, el gigante ruso del gas. Rusia está también interesada en las inversiones de modernización de los ferrocarriles serbios y en nuevas facilidades portuarias sobre el Danubio.
Se podía pensar en un interés de Moscú en transformar a una Serbia dirigida contra Europa, pero las cosas son más sutiles, pues Medvedev desearía ver a Serbia integrarse en la Unión Europea, y así transformarla en una zona de tránsito hacia Europa.
Algunos políticos europeos se muestran muy susceptibles al respecto, señalando que podría convertirse en el caballo de Troya de Rusia en la UE, pero la realidad es que si advierten contra las ambiciones rusas, también reconocen la necesidad de tener buenas relaciones con Rusia, primer productor de gas del mundo, y segundo productor de petróleo.
Por otra parte y por tercera vez desde 1993, Rusia prepara una tercera y nueva doctrina militar, destacando la utilización de “fuerzas nucleares preventivas”. El jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Defensa, Nikolai Patruchev, ha declarado recientemente: ”Debemos comprender que la situación en el país y en el mundo ha cambiado. Si en 1993 pensábamos que cualquier conflicto militar quedaba excluido, hoy debemos darnos cuenta de que conflictos de gran envergadura no pueden ser excluidos”.
Patruchev ha declarado hace pocos días que, de acuerdo con la nueva doctrina militar, Moscú contempla la posibilidad de recurrir a fuerzas nucleares preventivas. Posteriormente a 1993, Rusia se reservaba el uso del arma nuclear sólo para responder a un ataque de armas de destrucción masiva o en el caso de un ataque convencional que pusiese en peligro la seguridad del país.