Putin lo tiene atado y bien atado

Intrigas e intríngulis del poder en Rusia

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Hace pocos días el presidente ruso Dmitri Medvedev afirmaba en unas declaraciones a un periodista de la BBC que quedaba bien claro quién era “el único Jefe del Estado en Rusia”. Afirmación necesaria para defender su prestigio cuando, según un reciente sondeo, la mayoría de los rusos veía en el primer ministro Vladimir Putin, el verdadero líder del país.

Si bien las palabras de Medvedev son formalmente irrebatibles, también es indudable que Putin es el primer ministro con más poder que haya habido en Rusia, porque tiene bien seguras sus espaldas y bien controlado el aparato de poder ruso. Putin escogió cuidadosamente a su delfín Medvedev, amigo y colaborador.
 
 No tenía el temperamento dominante de otros pretendientes, y punto importante, debe toda su carrera a su jefe. A ello hay que añadir que sus lazos no corresponden más que a una parte de las redes del sistema Putin, el de los liberales ,salidos del equipo del antiguo alcalde de San Petersburgo, Anatoly Sobtchak, lo que limitaba las posibilidades de sustituir a su mentor.
 
Es necesario conocer cómo Putin domina dos redes o clanes políticos. Por un lado, el de los liberales y por otro el de los “siloviki”, hombres salidos del sistema de seguridad de la antaño Unión Soviética: el ejército, la industria militar y la antigua KGB, hoy divididos los “órganos especiales” entre el poderoso FSB (interior y contraespionaje) y el SVR (el eficaz servicio exterior de información). Putin juega el papel de árbitro entre las dos tendencias antagonistas.
 
En el plano parlamentario, Putin también ha blindado su posición. Jefe incontestable del partido Rusia Unida, donde destituye a cualquier cuadro dirigente y designa los candidatos a las elecciones, su táctica se refuerza por su innegable éxito en las legislativas: en 2007 consiguió el 63 % de los sufragios emitidos y controla 315 diputados de los 450 de la Duma. Por lo que si Medvedev se mostrase demasiado independiente, Putin podría provocar su destitución, lo que no requeriría más que los tres cuartos de los votos de los diputados.
 
Antes de dejar el Kremlin, Putin había tomado otras precauciones suplementarias. Por ejemplo, la de promulgar por decreto prerrogativas atribuidas al presidente, y ahora otorgadas al primer ministro, por lo que aún se asegura más una posición sumamente fuerte.
 
Pero para mejorar asegurar sus espaldas, Putin ha situado sus hombres en los puestos claves de las estructuras del poder. Así Sergueï Ivanov, viceprimer ministro, competidor directo de Mevdedev a la candidatura presidencial y amigo íntimo de Putin, con vara alta sobre el complejo militar industrial y sobre los “órganos especiales”.
 
Viene a continuación Igor Setchin, también viceprimer ministro, y patrón de Rosneft, la segunda petrolera de Rusia, antiguo miembro del KGB, que desempeñó el papel de traductor de los expedicionarios soviéticos en los años 70 en Angola. Parece que no mantiene buenas relaciones con Medvedev, lo cual se remonta al tiempo en que Medvedev prresidió Gazprom, el gigante energético ruso. Setchin despiezó Yukos, la antigua empresa del oligarca judío Mijail Jodorkovski, juzgado y condenado a prisión desde 2004. Setchin, al oponerse a la liberación del citado oligarca, ha reforzado su posición frente a Medvedev, dejando entender este último que quería amnistiar al antiguo magnate del petróleo.
 
Putin ha tomado también el control directo o indirecto de los más potentes bastiones de la industria rusa. Además de Rosneft, ha puesto igualmente la mano sobre Rosobonexport, empresa del Estado encargada de la pujante industria militar. A la cabeza de este gigante de la industria se encuentra Sergueï Tchemezov, un “siloviki” importante nombrado por Putin para los próximos cuatro años.
 
Para evitar toda posibilidad de dejarse desbordar, Putin ha limitado hábilmente el poder de sus aliados; el mismo Tchemezov no ha podido conservar sus responsabilidades sobre los encargos militares del Estado contrariamente a lo que se especulaba. Con esa habilidad antes citada, el primer ministro hace jugar también a sus amigos enfrentándolos unos con otros. A Ivanov opone Tchemezov, y en caso de conflicto con los “siloviki” o con los “órganos”, puede responder recabando el apoyo de los liberales.
 
Si en el caso altamente improbable de que Medvedev se revolviese contra Putin, este podría jugar con los siloviki contra los liberales. Calculador y prudente a la vez, Putin no tiene confianza total en nadie, salvo en sí mismo.
 

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