El pequeño economista que hizo una súbita aparición en las pantallas había sorprendido a la política en 2021 al ser elegido diputado. Ni siquiera era gracioso, con su discurso apocalíptico. Dos años después, lanzado a la carrera por la presidencia, daba más bien lástima y los analistas predecían un destino sombrío para este pobre iluminado desprovisto de la más mínima estructura política. A lo sumo, se le podía reconocer cierto valor, pero de ahí a la respetabilidad… En la noche de las elecciones, la mayoría de los periodistas temían el caos. ¿En qué aventura política podría meternos un novato con un 10 % de senadores y un 15 % de diputados que se enfrentaba a un terreno minado y a una hiperinflación incipiente? Valiente, sin duda, pero ¿cuánto tiempo pretendía mantenerse al frente de esta prestigiosa y respetable institución?
Resultados convincentes
Hay que reconocer que está ahí, más fuerte que nunca y sin la más mínima respetabilidad. Además, su actitud nos demuestra que no le preocupa en absoluto. A decir verdad, a los argentinos tampoco. Están un poco cansados de la respetabilidad de la vieja política. Citemos, a modo de recordatorio, al muy respetable presidente Alfonsín, feroz defensor de la respetabilidad de las funciones que encarnaba: abandonó el poder con una inflación del 5.000 %. O el predecesor de Milei, Alberto Fernández, quien, desde lo alto de su respetabilidad, había impuesto a la población, durante la pandemia, uno de los confinamientos más estrictos del mundo, mientras organizaba agradables recepciones en el palacio presidencial al término de las cuales maltrataba gravemente a la primera dama. Hechos que ahora le valen un juicio muy respetable e inquietante.
Milei habla de cifras y, a través de ellas, de resultados. Una economía que comienza a crecer a un ritmo del 5 % anual y unos salarios que, a su vez, van ganando terreno a la inflación. Ésta, estacionaria, debería pasar por debajo de la barrera del 2 % mensual en abril. Esta cifra, todavía aberrante para una economía moderna, es percibida como una ganga por la población tristemente acostumbrada a cifras salvajes. Y, por supuesto, unos resultados macroeconómicos más que atractivos, con superávit en la balanza comercial y de pagos y, sobre todo, en el presupuesto del Estado. En cualquier caso, esto parece bastante respetable para el FMI, que está a punto de conceder al país un préstamo de casi 20.000 millones de dólares. Lo cual permitirá a Javier Milei cumplir, también en este caso, su promesa de llegar a un tipo de cambio libre.
Una oposición superada
A este respecto, con o sin respetabilidad, Javier Milei acaba de lograr la hazaña de que la Cámara apruebe el decreto necesario para el acuerdo. No está mal, con el 15 % de los diputados y sin el artificio del 49.3, que no figura en la Constitución argentina. Al hacerlo, se ha dado el gusto de hacer estallar un poco más, una vez más, a la oposición, que se encuentra sumida en una profunda y probablemente «respetable» desintegración.
Sin embargo, las elecciones se acercan y, en las filas de enfrente, hay que emprender una cruzada. No importa, invoquemos una causa noble: los desafortunados jubilados, cuya suerte está lejos de ser envidiable, con una pensión mínima de menos de 370 euros al mes. Esta cifra, lamentablemente recurrente, es consecuencia directa de la «generosidad» de los gobiernos anteriores. De los 7 millones de jubilados argentinos, el 58 % se beneficia de su pensión sin haber cotizado o habiendo cotizado poco durante los treinta años en los que se suponía que debían trabajar, lo que obviamente perjudica a aquellos que tuvieron la mala idea de pagar sus cotizaciones…
¡Qué más da! El malo es Javier Milei y, para apoyar a estos pobres, se organizó una manifestación en Buenos Aires el 12 de marzo, con una mezcla de grupúsculos de izquierdas, organizaciones sindicales de todo tipo, activistas ociosos y barras bravas, una especie de hooligans del fútbol especialmente numerosos, violentos y a menudo con antecedentes penales. La policía reprimió: 124 personas detenidas, 45 heridas, 25 de ellas entre las fuerzas del orden, un fotógrafo gravemente herido, daños significativos. Ocho días después, se repitió la escena, pero la ministra de Seguridad argentina, Bullrich, aprendió la lección y se impuso el orden más estricto. Nos prometen más protestas todos los miércoles. No estoy seguro de que Javier Milei se deje impresionar.
¡Esto no lo hace ni más ni menos respetable, pero se respeta el orden!