Tan lejos, tan cerca

Los separatismos españoles vistos desde América (hispana)

Los micro nacionalismos españoles de hoy día han equivocado el enemigo. Éste no es España ni Hispanoamérica. Éste sigue siendo el imperialismo angloamericano. La potencia talasocrática por excelencia. Y ellos le están haciendo el juego al enemigo. Que hablen todo el vasco, el catalán, o el gallego que quieran, si ellos son eso, pero no reemplacen el castellano por el inglés en las escuelas ni en la vía pública. La alianza estratégica del mundo ibérico está dada en primer lugar por la lengua. Se lanzó este año el primer satélite de comunicaciones argentino-brasileiro-mejicano, canal absolutamente independiente de las redes anglonorteamericanas y España no participó.

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Alberto Buela
 
¿Cómo se explica que un argentino se meta a opinar sobre temas internos de España? ¿O acaso no tenemos bastante nosotros con los zurriburris de todos los días y de todas las épocas? ¿No es nuestra historia, la de las repúblicas americanas, solo una continua revuelta como decía Hegel en la Introducción a la Filosofía de la historia? Bueno, supongamos que lo sea, ello no nos inhibe para meditar temas de otros. Y si pensamos a España desde América es porque ella está siempre presente en el horizonte de nuestro pensar. Como americano habría que ser un descastado para no reconocer este hecho evidente.
 
Lo que España nos dio
 
Nuestro problema no es España sino ser el patio trasero, el backyard de los Estados Unidos. Unos meses antes de la batalla de Ayacucho (1824), última de la Guerra Civil de la Independencia entre Realistas y Criollos, el presidente yanqui Monroe lanza su famosa Doctrina de "América para los americanos" que se ha interpretado desde entonces como "América para los norteamericanos". Nosotros, pues, como americanos tenemos un problema irresuelto desde el momento mismo de nuestra independencia respecto de España, y este no es otro que independizarnos de la tutela de los Estados Unidos. Para hacer frente a ello tenemos tres elementos sustantivos de España: a) las instituciones populares; b) la religión católica y c) la lengua.
 
Las instituciones populares tienen hoy en día en nuestra América más fuerza que nunca. Aquello que los sociólogos llaman organizaciones intermedias se multiplican por miles para paliar las necesidades populares que el actual Estado neoliberal y privatista o privatizador no satisface. Los yanquis más lúcidos son hoy comunitaristas, aunque hablando con propiedad son sólo municipalistas. Nosotros somos visceralmente comunitaristas y ello nos llega por dos fuentes, la hispánica y la indiánica. A pesar de la desintonía raigal que existe entre nuestra índole de carácter premoderna y nuestra representación política demoliberal, producto de la modernidad; a pesar de ello, decimos, nuestra vida societaria está regida, de hecho, por las instituciones populares que, mutatis mutandi, heredamos de España. Sería largo exponer este punto que bien vale un estudio específico, pero como para muestra, piénsese en la similitud que existe entre los antiguos cabildos o asambleas populares y los actos masivos de democracia convocados por cualquiera de nuestros caudillos o conductores hispanoamericanos desde Perón a Fidel, desde Gaitán a Haya de la Torre, desde Getulio Vargas a Ballivián, desde Albizu Campos a Torrijos, y ya en nuestros días desde el paraguayo Oviedo al venezolano Chávez y así hasta el infinito.
 
El segundo de los elementos es la heterodoxia católica que acá en América tiene un rasgo típico que está dado por aculturación de la misma en los moldes indianos. Esa poderosa simbiosis indoibérica nos permite afirmar que América, a diferencia de Europa, nació católica. Este dato es incontrastable se tenga o no se tenga fe. La catolicidad americana va más allá de la confesionalidad de la misma. Es un dato antropocultural en sí, es un stoijeion, dirían los viejos filósofos griegos, un elemento irreductible de nuestra mismidad.
 
Que la visión vaticano-mundialista no coincida con nuestras luchas, como ocurrió en la época de nuestra Independencia, o con los cristeros mejicanos o con otros movimientos populares del siglo pasado, no afecta al stoijeion. Que la teología de la liberación haya trabajado para el marxismo como ocurrió en casi toda nuestra América en décadas pasadas, tampoco lo afecta. La realidad es que lo católico como stoijeion está ahí. Un observador lúcido de nuestros días como el judeo-norteamericano Noam Chomsky así constató esa tensión en la vida política, cuando hablando de Centroamérica afirmó que "ha habido una guerra entre la Iglesia y los Estados Unidos" (Cultura y política a finales del siglo XX, Ariel, Barcelona, 1994). Éstos financian las sectas y los pastores electrónicos y aquella moviliza las masas de pobres y desamparados amenazando el sacrosanto concepto progresista de “la gobernabilidad”. En definitiva, podemos afirmar que la Iglesia tiene vigencia en Iberoamérica no porque ella esté poblada de santos varones, que son muy pocos, sino en tanto que esté apoyada en la irreductibilidad de lo católico como stoijeion. Aquello que Georges Sorel, nada afecto a la religión, hizo notar en sus Reflexiones sobre la violencia cuando afirmó: “el catolicismo adquiere potencia cuando reafirma sus misterios”. Y eso mismo se extiende a los movimientos políticos y culturales más genuinos que ha dado Iberoamérica. El fracaso profundo de la Teología de la Liberación nace a partir de la reducción de lo católico a lo social y su desnaturalización como stoijeion constitutivo de nuestro continente.
 
El tercero de los elementos es la lengua, el castellano nos identifica desde la Antártida hasta la línea Florida-Texas-California. Hay 40 millones de hispano hablantes en Estados Unidos. Brasil con 160 millones de parlantes está simplificando su portugués eliminando los idiotismos, para asimilarlo, al menos en lo escrito, al castellano. El Instituto Cervantes de Brasil acaba de declarar que se necesitarán durante la próxima década 180.000 profesores de castellano para cubrir el plan fijado por Estado brasileño de enseñanza obligatoria del castellano. Mientras tanto en la provincia de Buenos Aires, cuyo territorio alberga al 70% de la población argentina, se abrió cátedra de portugués en los colegios secundarios reemplazando al francés o al italiano. Existe un esfuerzo cierto y sostenido en la construcción de un gran espacio, al menos suramericano, con el proyecto de Mercosur. Nuestro nacionalismo va dejando de ser estatal para convertirse en continental o, al menos subcontinental.
 
Lo que España desprecia
 
Mientras tanto en España, y acá surge la paradoja, los micro nacionalismos en lugar de preferir a ésta como Patria, se reducen más y más a localismos, a veces sin sentido. Será verdad, nos preguntamos azorados, que los senadores españoles tienen necesidad de traductores porque no se quieren expresar en castellano aun sabiéndolo. Que las calles en el País Vasco llevan sus nombres en euskera y en inglés. Que los gallegos dejaron de llamar ascensor al ascensor para bautizarlo subideiro. Que los catalanes escriben a los embajadores hispanoamericanos acreditados en la patria del Cid en catalán en lugar de castellano. De esto se quejó no hace mucho el embajador mejicano en España.
 
Pero si esto es así, ¿qué tenemos en común? ¿para qué vienen a Argentina una o dos veces al año antes los Pujol, Fraga o Ardanza y ahora los nuevos dirigentes regionales? Si no tenemos nada en común, si menosprecian nuestro idioma o adoptan el del enemigo histórico(el inglés); la respuesta se cae de madura: vienen como vienen los yanquis a explotarnos, a expoliarnos, a llevarse el voto de la comunidad catalana, gallega o vasca. Si estos políticos fueran coherentes tendrían que hablar con traductor también en América, pero no lo hacen porque el sin sentido los transformaría en un hazmerreír.
 
El problema fundamental es que los micro nacionalismos españoles de hoy día han equivocado el enemigo. Ni siquiera distinguen entre el enemigo principal y el secundario. Éste no es España ni Hispanoamérica. Éste sigue siendo el imperialismo angloamericano. La potencia talasocrática por excelencia. Y ellos le están haciendo el juego al enemigo. Que hablen todo el vasco, el catalán, o el gallego que quieran, si ellos son eso, pero no reemplacen el castellano por el inglés en las escuelas ni en la vía pública. Miren un poco a la América profunda y deténganse en el Paraguay, y allí observarán la convivencia no traumática de dos lenguas como el guaraní y el castellano.
 
La alianza estratégica del mundo ibérico está dada en primer lugar por la lengua. No conozco ningún profesor brasileño de buen nivel que no hable castellano. Se lanzó este año el primer satélite de comunicaciones argentino-brasileiro-mejicano, canal absolutamente independiente de las redes anglonorteamericanas y España no participó. ¿Por qué no aprovechar la capacidad comercial catalana, la perseverancia vasca y la contracción gallega al trabajo en empresas como esta que acabamos de relatar?
 
Con justísima razón se quejó el ex presidente de Portugal Jorge Sampaio, cuando hablando sobre la falta de colaboración en la construcción de una alianza peninsular afirmó: "la complejidad del modelo autonómico español es una justificación para decir no a la regionalización". Y tiene que ser un español de origen sueco o noruego, que ni el apellido podemos pronunciar bien, quien nos diga: "Seamos un poco serios. La autonomía política puede ser importante cuando es garantía de la propia identidad cultural, pero, hoy por hoy, la única defensa posible frente al proceso de mundialización, es la articulación de un espacio político con suficiente capacidad tecnológico-financiera para dotarse de su propia infraestructura cultural al servicio de los valores alternativos al pensamiento único que difunden las multinacionales mediáticas" (Goran Rollnert).
 
Si esto lo reclama apropiadamente para España, cuánto más será nuestro reclamo a favor de toda la ecúmene ibérica que abarca espacios geográficos importantes en Europa, África, Asia y sobre todo América.
 
Nuestra crítica a los micro nacionalismos españoles no es lingüística o porque nosotros seamos castellanistas, perdón por el neologismo, lo cual sería signo de estulticia. Sino porque niegan la función estratégico-política de la lengua común en la creación de una comunidad ibérica de naciones como un polo mundial de producción de sentido alternativo al pensamiento único expresado, casi con exclusividad, en lengua inglesa.
 
"Los nacionalismos -como bien dice Javier Esparza- son nuestros indigenistas: cultivan un pasado que existió, sí; que forma parte de la herencia común, sin duda, pero que hoy resulta paralizante si no se incorpora a un proyecto más amplio". Desde América vemos a los micronacionalismos españoles más bien como instrumentos de la globalización que como obstáculos a la misma. Son mitos esterilizantes de una acción política eficaz frente al modelo del one world. En la dialéctica postmoderna entre el McDonald’s y las nuevas tribus, entre la homogenización global de la cultura y los nacionalismos periféricos estos micro nacionalismos surgidos en el seno de la opulenta Europa, sobre todo de sus partes más prósperas, se asemejan más al gatopardismo de la globalización que a la reivindicación genuinamente nacionalista.

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