Lo que no se cuenta en las películas

4 de Julio: por qué la independencia de EE.UU. estuvo a punto de fracasar

El 4 de julio de 1776, hace 231 años, las trece colonias norteamericanas proclamaron su independencia de la corona británica. Era el primer paso del nacimiento de lo que hoy es la mayor potencia del planeta. He aquí una serie de curiosidades que rodearon aquellos años: las milicias americanas eran un desastre, pero un general alemán las convirtió en ejército; Washington no tenía cualidades militares, pero sí unas extraordinarias dotes humanas; antes de independizarse, los norteamericanos pidieron comprensión a la Corona y apelaron a los lazos de sangre; la Unión estuvo a punto de fracasar, de no haber sido por el envío de tropas francesas.

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CARLOS SALAS

El 4 de julio no sólo es el día en que los estadounidenses celebran la declaración de Independencia de la corona británica. Es el día del año en que más hamburguesas y perritos calientes se comen en ese país, pues la costumbre de los hijos de los cuáqueros es hacer barbacoas en los jardines, o comer sándwiches de mantequilla de cacahuete con cervezas y gaseosas en los parques, al grito de ¡BYOB! (bring your own bottle, lleve su propia botella). 

Hace 231 años que las 13 colonias americanas, reunidas en una sesión de urgencia en Nueva York, manifestaron y aprobaron su deseo de independizarse de la corona británica. Fue el nacimiento de lo que hoy entendemos como la nación más poderosa del globo, y seguramente seguirá siendo la más poderosa. Pero aquella declaración, realizada en medio de batallas entre las milicias americanas y el ejército inglés, estuvo rodeada de un montón de paradojas.

Y todo esto lo montó un alemán 

Por ejemplo, en 1774, las trece colonias se reunieron en Filadelfia, en lo que se puede considerar un conato de Congreso, para discutir los altercados y las escaramuzas que se estaban llevando a cabo en territorio americano contra el dominio inglés. Y lo sorprendente es que, aunque se hablaba de independencia, se tomó la decisión por mayoría de desechar el propósito de separación de la corona. Todo lo contrario: aquella reunión decidió el envío de cartas al rey de Inglaterra pidiendo que respetara los derechos americanos y, sobre todo, que eliminara las tasas impuestas al tráfico comercial. La respuesta del Parlamento inglés fue que todas las colonias que aceptaran cargar con una parte de los gastos de defensa del Imperio y de la administración británicas, no serían gravadas con impuestos. Fue el pistoletazo de salida de la formación de milicias populares para combatir al enemigo inglés.

Pero esas milicias en realidad no sabían combatir. Aunque tuvieron éxito en algunas escaramuzas, a lo largo de los años siguientes el ejército británico, que tampoco era gran cosa, destrozó sus posiciones. Pasados los primeros momentos de entusiasmo, la milicia americana se convirtió en una turba sin disciplina, sin orden y sin conocimientos tácticos… hasta que llegó el general Steuben. 

Steuben era un militar voluntario proveniente de los ejércitos prusianos de Federico el Grande, los mejor entrenados y más eficientes de la época, que acababan de salir de la Guerra de los Siete Años. En esa contienda, el número de bajas había sido tan elevado que los jóvenes oficiales prusianos aprendieron a entrenar a nuevos contingentes de tropas en medio de operaciones bélicas. Justo lo que necesitaba el ejército americano, que no sabía ni formar: los milicianos marchaban en fila india, no en formación de cuatro, con lo que un regimiento de 500 soldados era una culebra de medio kilómetro.

Steuben hablaba alemán y francés, de modo que sus instrucciones eran traducidas y transmitidas a las tropas en inglés. Llegó a territorio americano en 1777 y su sistema consistió en entrenar a un batallón formado por milicias de todos los regimientos, de forma que estos hombres regresaran a enseñar a sus propias tropas. Asimismo, Steuben organizaba paradas militares allí donde se desplazaba para que otros regimientos observaran y aprendieran sus evoluciones y ejercicios. Les enseñó la técnica de cargar y disparar los mosquetones bajo fuego enemigo, y a usar la bayoneta como arma de ataque cuerpo a cuerpo. En pocos meses logró entrenar a muchos regimientos y sus resultados se vieron inmediatamente coronados de victorias. 

Lo curioso es que estos regimientos tuvieron que enfrentarse a tropas alemanas, pues el rey de Inglaterra era príncipe Elector de Hannover, y gracias a ello logró el apoyo de los príncipes alemanes, que le enviaron 30.000 lansquenetes, principalmente de Hessen-Kassel, por lo cual los americanos los llamaban “hessians”.

Los americanos estuvieron a punto de perder 

Cosa que no se sabe es que los ejércitos americanos estuvieron a punto de perder la guerra. En el invierno de 1780-1781, las derrotas de los ejércitos americanos eran tan seguidas, que Washington perdió su optimismo y temió por la integridad de la Unión. Soldados hambrientos y desharrapados desertaban en masa. Se empezó a discutir en el Congreso la posibilidad de pactar la paz con los británicos. El general inglés Cornwallis preparaba una gran ofensiva y en la primavera de 1781 marchó con sus tropas hacia Virginia, para asestar un golpe decisivo al ejército americano, y a las tropas de Lafayette. Cuando nada parecía detenerle en su marcha hacia el norte, Francia envió miles de soldados disciplinados que se unieron al ejército maltrecho de Washington para socorrer a Lafayette. Los franceses desarbolaron a la flota inglesa en la bahía de Chesapeake, establecieron un enlace con Lafayette y obligaron a Cornwallis a replegarse. Una vez cercado, el general inglés tuvo que rendirse en octubre de 1781. La guerra estaba prácticamente terminada.

Otra de las curiosidades de esta contienda es que, durante unos años, Estados Unidos se convirtió en una dictadura. Sucedió en 1776. Consciente de que todavía era un ejército de pésima calidad y larvado por las deserciones, el Congreso dio a Washington poderes dictatoriales para reclutar tropas y suministrar material de guerra, y le nombró general en jefe, cargo que mantiene el presidente de EEUU hasta el día de hoy. 

A pesar de que obtuvo importantes victorias, Washington no tenía genio militar. Fue un hombre decisivo gracias a otras cualidades menos marciales: sensatez, paciencia, constancia y firmeza extraordinarias. Tenía sobre todo un gran sentido del tacto y de la diplomacia, cuestiones que le servían para convencer a los Estados de que había que superar los prejuicios y los intereses antagónicos. No hay que olvidar que las colonias, transformadas en Estados soberanos, no querían renunciar a su estatus independiente, y muchas veces este sentimiento estuvo a punto de amenazar el resultado de la guerra.

Los estados americanos, las ex colonias, tenían tanto miedo de que se impusiese un supraestado, que en realidad deseaban ganar la guerra con milicias ciudadanas, las cuales debían reintegrarse a sus trabajos al terminar la contienda. Es más, el Congreso rechazó durante mucho tiempo la idea de formar un ejército regular, por miedo a que se convirtiera en el brazo armado de alguna facción rebelde. 

Estados poco unidos

Esa independencia se consagró en la misma Declaración de 1776, cuando en su último párrafo afirma que “las colonias unidas tienen el derecho a ser libres, y los estados, independientes”. Esa declaración fue la que después daría lugar a la Constitución, que no hace sino consagrar que los ciudadanos americanos viven en un estado dentro de otro estado. El segundo es el Estado federal, al cual se pueden oponer ejerciendo su derecho como ciudadano. Los estados americanos pueden tumbar las leyes federales, crear impuestos, regular el comercio. Pero no pueden pactar alianzas con otros países, ni llevar adelante guerra alguna sin el consentimiento del Congreso, ni emitir moneda. 

Sin embargo, en sus primeros años de existencia, Estados Unidos estuvo a punto de resquebrajarse porque las 13 colonias se consideraban estados independientes y desconfiaban de un estado superior representado por el Congreso. De hecho, muchos años antes de que se aprobase la Constitución, EEUU estuvo gobernado por los llamados Artículos de la Confederación, un documento que daba poderes supremos al Congreso. Lo que produjo más discusiones fue el párrafo final que hablaba de una “confederación unida de forma perpetua”. Muchos estados se negaron a ratificar esas palabras, a pesar de que todos estaban en guerra con Gran Bretaña, y se tardó tres años en conseguir la firma de los 13 estados.

Por último, si se lee la declaración de Independencia de 1776 que se celebra todos los 4 de julio, es sorprendente la apelación al origen común anglosajón. A pesar de que la mayor parte del corto texto se dedica a explicar por qué el rey no ha cumplido con su palabra y que no ha escuchado sus peticiones, los rebeldes se dirigen a sus “hermanos” británicos y lamentan que el rey haya ha sido “sordo a los lazos de sangre”. “Le hemos pedido que repudie estas usurpaciones [los abusos] en nombre de nuestra afinidad común”. Y al final dice: “Debemos, por tanto, acordar la necesidad de separación, y mantenernos con ellos como con el resto de la humanidad: enemigos en la guerra, amigos en la paz”.

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