La memoria histórica en las ideas

Sorpresa: el pensamiento económico de José Antonio

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MANUEL FUNES ROBERT
 
Como hemos dicho recientemente la Guerra Civil Española es un caso especial en la Historia Universal. Ninguna otra, ni siquiera las guerras de religión han provocado tanta impresión y tan perdurable como la del 36-39. La España semi olvidada pasa a primer plano de la actualidad con la característica de que carece la mayoría de los acontecimientos humanos: su perennidad con la misma intensidad a lo largo de los decenios. Centenares de novelas, exposiciones, recuerdos distinguen tamaño evento dotados de una capacidad de contagio que tampoco las guerras como las napoleónicas alcanzaron.
 
Sorpresa para mí fue en verdad descubrir hace muchos años, al conocer la conferencia de José Antonio en el Circulo Mercantil de Madrid en abril del 35, que el documento que contiene la más importante aportación de José Antonio haya figurado escasamente en la colosal obra propagandística que siguió a su muerte. Quizá porque pugnaba con los planteamientos de entonces el elogio que hace de Carlos Marx cuando dice que “se fue al otro mundo ajeno por completo a la sospecha de que algún día iba a salir algún antimarxista español que le encajara en la línea de los poetas”. José Antonio, tras darle la razón en su crítica al capitalismo, lo eleva a la categoría que ninguno de sus partidarios le atribuyó. El análisis que hace del diagnostico marxista nos evita la lectura de El capital. Mucho después, en los años 50, Schumpeter iba a decir en su “Capitalismo, socialismo y democracia” lo que sigue: “la mayoría de las creaciones del intelecto perecen en el espacio que va de una sobremesa a una generación. En algunas no ocurre así; van y vienen y en este refluir podemos ver un indicio de su grandeza. En el caso de El capital, la misma imposibilidad de herirlo mortalmente muestra el poderío de la construcción. El capital, semidesmantelado por mil afortunados ataques, aún levanta ante nosotros su imponente silueta”.
 
Rousseau y Adam Smith
 
José Antonio, en una sola conferencia, expone con maestría y critica con agudeza el liberalismo político y el liberalismo económico en las obras y figuras respectivamente de Rousseau y Adam Smith. La aportación del primero en El contrato social afirma que el hombre que nace libre solo puede verse sometido por una figura llamada voluntad general cuyos perfiles no acertó a concretar, pues esa tarea la realizó posteriormente Hegel, al crear el concepto de minoría consciente. Antes de éste, la filosofía del ginebrino desembocaba en la identificación de la voluntad general con la voluntad de la mayoría, y José Antonio describe con elocuencia en la citada conferencia los vicios insuperables de esa mayoría cuando asume el poder, fragmentada, como tiene que estar por voluntades generales particulares que se organizan en forma de partido político que ha de luchar ferozmente sin parar en medios por alcanzar el poder. El concepto superior y unitario que cree haber descubierto Rousseau se descompone en multitud de poderes en lucha.
 
José Antonio no cita a Hegel, pero sin embargo se aproxima en sus distinciones que posteriormente haría en nuestras Cortes al distinguir individuo de ciudadano. Como Hegel, intuye y proclama que existe un ser colectivo infinitamente más importante que los individuos y es evidente que por ello le pertenece el derecho trascendente de la soberanía. La sociedad no se realiza como todo nada más que cuando sus participantes se reconocen como miembros de ella y la reconocen como a su fin, de lo que se infiere que sólo los que han adquirido esta conciencia hacen que la sociedad se encamine hacia su realización. Sólo así su voluntad se identifica con la voluntad general.
 
Al analizar la obra de Adam Smith, José Antonio se presenta como precursor de la obra de Schumpeter, Capitalismo, Socialismo y Democracia. Volviendo al tema de las características que han hecho de la Guerra Civil un fenómeno inolvidable y que es el que nos permite estar hablando ahora de José Antonio, podemos profundizar más en aquella explosión bilateral de lirismo. Platón, por boca de Sócrates, nos dice que el bien y el fin de las cosas coincide y que la misión de la ciencia es descubrirle al hombre dónde se encuentra el bien. Y como las cosas y los hombres tienden de modo fatal a su fin, bástale al hombre que alguien le descubra el bien para que no pueda evitar practicarlo. El hombre malo, es malo porque se equivoca. Pero en esa tendencia a su fin, precisamente por la intensidad de la misma y su afán en descubrirlo, por la prisa que le mueve a ello, cae en el error de una mala identificación del bien. Aquella conmoción le dio sentido de la vida a millones de personas y en medio de sangre, sudor y lágrimas para millones de españoles, se hizo clara la identificación del bien –y consiguientemente del mal- tras lo cual, en el afán por imponer el uno y evitar el otro, entregaron sus vidas. Ese bien novísimo que permite humillar y codearse a Corea con EE UU y olvidarse en Brasil de las favelas y las miserias y unirse a ricos y pobres en abrazos, es un bien moderno de primera categoría.
 
José Antonio, al analizar La Riqueza de las Naciones, va centrar su reflexión en un hecho nuevo que priva al canto liberal de Adam Smith del carácter positivo con que nació. El concepto de capital fijo lo ve como efecto inevitable de ese liberalismo legitimado por Smith y como factor novísimo de explotación. La multiplicidad del capital distribuido en pequeñas dosis en el artesanado se ve suplantado por grandes unidades de capital fijo que imponen exigencias y servidumbres a todo el sistema. De un lado, su coste lo pone al alcance de unos pocos; de otro, su magnitud impone servidumbres al proceso que lo configuran como fenómeno emergente esencial al capitalismo y causante de la nueva explotación.
 
El capital fijo, precisamente por serlo, no puede adaptarse a las coyunturas del mercado, no puede moverse en función de la demanda y oferta de sus productos. Exige y se alimenta de la eliminación de los más débiles. De forma y manera que los dos grandes pensadores que analiza José Antonio han originado, por una parte, una voluntad general desviada de su primitiva concepción, y por otra, un factor económico capital nuevo que también se vuelve contra la sociedad. Pronunciada esta famosa conferencia en 1935, faltaba aún por aparecer la obra magna que habría sido asumida íntegramente por José Antonio: La teoría general de Keynes, aparecida en febrero de 1936. Pero algo intuye José Antonio de la revolución monetaria por venir cuando en los puntos programáticos de la Falange aparece la nacionalización del crédito.
 
Las alusiones de José Antonio a la situación política de España en aquel entonces son ya conocidas y ocupan un segundo lugar en el análisis de su pensamiento. Alguno de sus párrafos vale la pena recordar en lo que toca a la componente filosófica de la referida conferencia que estamos analizando: “Y el hombre, que aspiró a vivir dentro de una economía y una política liberales, dentro de un principio liberal que llenaba de sustancia y optimismo a una política y a una economía, vino a encontrarse reducido a esta cualidad terrible: antes era artesano, pequeño productor, miembro de una corporación acaso dotada de privilegios, vecino de un municipio fuerte, ya no es nada de eso. Al hombre se le ha ido librando de todos sus atributos, se le ha ido dejando químicamente puro en su condición de individuo, ya no tiene nada, tiene el día y la noche, no tiene ni un pedazo de tierra donde poner los pies ni una casa donde cobijarse. La antigua ciudadanía completa humana, íntegra, llena, se ha quedado reducida a estas dos cosas desoladoras: un número en las listas electorales y un número en las colas de las puertas de las fábricas”.
 
La cuestión del capital constante
 
Por encima de la crítica penetrante a Rousseau y a Adam Smith, en la famosa conferencia, José Antonio retoma su concepto de patria en la forma conocida de una unidad de destino en lo universal, coincidiendo con Ortega cuando éste afirma que es una misión en la Historia. Coincidiendo con Hegel, pero sorprendentemente sin citar el fecundo concepto de éste último de minoría consciente.
 
Y por último, José Antonio vislumbra lo que yo he llamado lucha de clases en el siglo XXI, proclamando la inadvertida unidad entre obreros y empresarios, mucho antes de que la globalización reforzara aquella tesis con la aparición de la tercera clase, a cuyo estudio he dedicado muchos años.
 
La lección de economía de José Antonio que podemos obtener de la famosa y poco difundida conferencia es que nos ha permitido llegar a una definición concreta de un fenómeno del que todos hablan y rara vez concretan: el capitalismo. La aparición del capital constante es ciertamente lo nuevo del fenómeno, pues si siempre se empleó capital, la manera como se presenta en la etapa capitalista es económicamente distinta y políticamente decisiva. El capital constante es la constante del proceso capitalista. Y por su cuantía, sin precedentes en la Historia, crea la separación de clases, ya que son pocos los que pueden acumular a título privado semejante factor. Y al ser insensible ese capital constante a las oscilaciones de la coyuntura, siembra por paradoja las causas de las crisis capitalistas y la necesidad de anular y absorber a todo el sistema productivo anterior con su secuela de explotación del artesanado.
 
De forma y manera que el capital constante crea el proletariado destruyendo el artesanado. Esta magnifica lección de economía hecha por un joven de 32 años que no era economista hubiera evitado y todavía podría evitar en las facultades de Economía la fatigosa búsqueda de autores y textos para no llegar nunca o casi nunca al fondo del tema del capitalismo, como llegó en 1935 José Antonio.
 
Si hubiera vivido para conocer la obra de Keynes, José Antonio habría sido el primer Keynesiano. Pero La Teoría General se publicó en febrero del 36 y él murió en noviembre del mismo año. De todas formas, el hecho de que los puntos fundamentales y programaticos de Falange aparezca la nacionalización de la banca, que sería la socialización más grande de todos los tiempos, indica que el factor monetario estaba fijo en su mente y hoy habría aceptado lo que en mi obra titulo Interpretación monetarista de la historia.

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