--Del buen gobierno--
*Convierte tu codicia en ambición y llámala anhelo legítimo. Ya tienes una causa. Da nombre a tu causa y ya tienes una bandera.
*El óptimo simulacro de libertad para los ciudadanos es la democracia. Convence a los reunidos bajo tu bandera de que fueron ellos quienes idearon tu causa y ya eres un demócrata.
*Obliga a los ciudadanos: cada cierto tiempo deben reunirse en el ágora y discutir con los reunidos bajo tu bandera. Ya imperas en una democracia.
*Todos cuantos ciudadanos no acudan al debate, o lo desautoricen, son enemigos de la democracia. Puedes castigarlos sin temor a represalias.
*Lo más inconveniente para la democracia es que, tras el debate, los ciudadanos dispongan a su acuerdo y arbitrio. Mas, si llegaran a sospechar siquiera lo contrario, resultaría muy incómodo.
Conclusión: Mantén siempre, a toda costa, la representación del debate como decisivo, y cuídate de vínculos o compromisos con lo que allí se convenie.
*Aprende bien pronto que una dictadura se diferencia de la democracia en que, bajo una la dictadura, todos saben quién manda, mientras que en la democracia se sabe perfectamente quién no manda.
*Convence a los tuyos, y si es posible a los ciudadanos, de que si bien no mandan, es posible que algún día, en futuro remoto, lo hagan.
*Aplica con sigilo esta máxima: la democracia exige el requisito inevitable de que los ciudadanos no gobiernen; el mero sentido común indica por tanto que a mayor abundamiento en la democracia, menor el peso de los ciudadanos en la república. La democracia conviene a tu causa más que ningún otro sistema de poder.
*Los ciudadanos e incluso quienes se acogen a tu bandera tienden a confundir la libertad (y la cantidad de libertad que pueden ejercer), con la democracia. Interesa, en consecuencia, otorgar a los ciudadanos grandes ámbitos de libertad individual, y darles por nombre derechos. Cuanto más ocupados estén en reclamar sus derechos particulares, menos se afanarán en los asuntos de la república y más holgada será la posición de tu causa.
*Si alguien padece una grave enfermedad, nos alarman los síntomas de su dolencia. En la república, llamamos hechos aislados a los síntomas de nuestros males. Un hecho aislado no inquieta a nadie; por el contrario, conforta saber que las calamidades dependen siempre del azar.
*Cuando los síntomas de la pudrición sean ya incontrolables, dales vistoso título, agítalos en el ágora y haz todo el ruido que puedas. El sufrimiento de unos pocos ciudadanos llevará a mucha gente bajo tu bandera.
*Explica a todos porqué las dificultades no pueden resolverse, e insiste en ello hasta que comprendan el fin de todo buen gobierno: convertir la resignación en alternativa de los preclaros. Sólo los majaderos pretenderán que su desdicha sea atendida.
*Cuando los reunidos bajo tu bandera sepan, sin ninguna duda, que los necios quejumbrosos son enemigos de la república, ordénales que propaguen su convicción por toda la ciudad. Si alguno se negara, úngelo como aliado de los necios.
*Conviene a saber:
Cualquier solución aplicada de buena fe a un conflicto, genera efectos no deseados; la suma de efectos inconvenientes es más nociva que la complicación original.
Todo problema que acucie a los ciudadanos requiere acciones paliativas fundamentadas en la representación convincente de la bondad y, al mismo tiempo, el ejercicio eficaz, soterrado, de la de astucia.
Si remedias todas las dificultades, los ciudadanos te lo exigirán todo y acabarás por defraudarles. Si solucionas o das apariencia de haber resuelto una de cada diez controversias, creerán en ti y acudirán siempre a tu bandera, aun sabiendo que sus adversidades tienen improbable arreglo.
*Conclusión:
La verdad desnuda es enemiga del buen gobierno, mas su reputación debe mantenerse con diligentes, oportunos y verosímiles ardides.
*Convence a los ciudadanos de que su nación es un territorio con límites improfanable. Mientras confundan la tierra con la voluntad, te será posible el gobierno de la república sin mayores dificultades.
*Si algunos ciudadanos dudasen sobre este último principio, aviva hasta el paroxismo el carácter del territorio y nómbralos custodios de ese dominio. Ya tienes patriotas nacionalistas con los que debatir sobre asuntos que no afectan a tu imperio.
*Si desde la infancia te dijeron que eres inútil, perezoso, falaz y astuto y sin ninguna posibilidad de hacer algo de provecho en la vida, ya posees las condiciones esenciales para dar nombre a tu causa y erigir tu bandera.