La invasión podría haber sido otro nombre para la novela de Jean Raspail publicada por Áltera bajo el epígrafe de El desembarco. Sin duda, un título mucho más polémico, aunque más certero. Eso sí, cualquiera de los dos supera con creces el original en francés: El campamento de los santos, que desmerece del contenido.
He comenzado tal Desembarco en estas tardes de julio, cuando las horas invitan a la inactividad y a la escritura de mera supervivencia: notas, fragmentos, apuntes… Es un libro, créanme, sorprendente, es decir, profético. Resultaría la típica obra en torno a la cual, a mil años vista, los estudiosos dudarían de si se escribió antes o después de los acontecimientos que narra (la llegada de miles de ¿colonos del tercer mundo? a Europa). Incluso algunos elementos de la novela, mero atrezzo, llegan a ser inquietantes; por ejemplo, el chaleco afgano de un alternativo, feliz ante la visión de los barcos y la pronta extinción de nuestra cultura.
Lúcido hasta el tuétano, expositor de verdades silenciadas por el veneno estúpido de lo políticamente correcto, su conocimiento resulta imprescindible.
Léanlo en cualquiera de nuestras playas, pero no dejen de observar, por el rabillo del ojo, la placidez de las aguas, por si acaso…