ZP escurre el bulto (en vano)
Que el etarra De Juana terminara marchándose a su casa no es algo que nos haya sorprendido: formaba parte del guión y los únicos que no lo ven son los que han cerrado voluntariamente los ojos. Lo que realmente ha llamado la atención no es tanto eso como la actitud –literalmente cobardica- del presidente del Gobierno, que ha corrido a parapetarse tras las faldas del reglamento penitenciario como si éste no dependiera del propio Gobierno. Ya antes había hecho lo mismo tras el ministerio del Interior. Zapatero es especialista en meterse en líos y cargar luego la responsabilidad sobre espaldas ajenas. Hay algo infantil en esa actitud, como el niño insoportable que propina una colleja a un compañero y luego, cuando éste se vuelve, mueve las manos en molinillo diciendo “pío, pío, que yo no he sido”. Zapatero lleva tres años diciendo “pío, pío, que yo no he sido”, pero todos sabemos que miente: ha sido él y sólo él. El verdadero problema no es que ZP escurra el bulto y nos quiera engañar, sino que hay una anchísima porción de españoles que parece disfrutar mucho recibiendo tanta colleja alevosa. Seguramente tenemos lo que nos merecemos. Una pena de país. La regeneración es algo más que un imperativo moral: es una urgencia pública.
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