Ramón Calderón, retorno a Palencia

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La lectura periodística de la dimisión de Ramón Calderón pasa por señalar un nuevo emotivismo que va de las excusas de Magdalena Álvarez a Sáenz de Santamaría en ‘déshabillé’ o a las lágrimas públicas del que fuera presidente del Real Madrid. Quizá se acerque el día en que veamos a un presidente del Gobierno con la euforia de dos copas de más. La otra parte de la lectura periodística pasa por subrayar el estupor de que la prensa deportiva investiga mejor que la prensa general. Será por eso que venden más periódicos.
 
Arrojado a las tinieblas exteriores, Calderón pone fin a un dudoso transitar por el Madrid. Es la hora del adiós al palco mullido, a las recepciones a las autoridades, al Madrid como entidad superior a un ministerio, al acogimiento a esos actores de Hollywood que ya no van al Prado sino que van al fútbol. La despedida de Calderón ha tenido no poco del ‘pathos’ que el periodismo sabía dar a estas cosas: cada día, la portada de un diario trae un nuevo escándalo; cada día, el poderoso se ve más acorralado. Todo ha terminado con altas palabras, apelaciones a la maldad y a la injusticia, juramentos por el honor y recuerdos a esa familia que siempre está con uno, sea truhán o sea señor. Ahora, Calderón vuelve a ser lo que solía, un abogado no más que relativamente próspero, el vástago de una buena familia de Palencia. Dejarán de llamarle los que le llamaban y él llamará a otros que no han de cogerle ya el teléfono. Sí, hay veces que sólo queda la familia.
 
No hay nada ejemplar en la caída pública de un hombre, sea el que sea, e incluso en el peor de los casos el escarmiento suavizará el ensañamiento. Aun cuando el fútbol español genera expertos y no aficionados, es difícil saber si Calderón quiso ser astuto sin leer a Maquiavelo o si tan sólo se dejó engañar por ese Nanín que le amañaba las asambleas capitaneando a una escuadra de camisas rosas. Cualquiera –y más el poderoso- ha de saber con quién se junta y un relaciones de Pachá es alguien que entiende y participa de la volubilidad humana en toda su extensión. Calderón tiene ante sí un momento privilegiado para retirarse a una de las ermitas de su tierra y meditar sobre las pompas de este mundo. Aquí o allá, Nanín seguirá anudándose sus bufandas en la confianza de que los timadores siempre encontrarán a alguien dispuesto a ser timado. Otra duda de la presidencia de Calderón es saber quién le asesoraba en cuellos de camisa.
 
Un momento dulce de juego y victorias hubiera reblandecido las críticas a ese Calderón que vino con promesas de fichajes que también se volvieron desengaños. Mientras tanto, la presidencia del Madrid sigue siendo objeto de codicias innombrables, como en su día –en tiempos de Mendoza- también codició la silla caliente Calderón. Como sea, entre los escándalos del voto por correo y el apaño de las asambleas, la ‘bandera limpia y blanca que no empaña’ tiene algo así como una mancha de gazpacho que no será fácil de limpiar. A todo esto, entra en la lógica mundana que el Barça vaya el primero de la liga.
 

 

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