Dolores de Cospedal y el de la triste figura

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Mariano Rajoy tiene la tendencia de rodearse de opositoras por contraste con un Zapatero que prefiere a las miembras. María Dolores de Cospedal hace par con Sáenz de Santamaría a la vera de Rajoy y en ese tribunal de oposiciones de la Abogacía del Estado donde ambas cambiaron una juventud estudiosa por un futuro espléndido. Muy agradecida, Cospedal ha declarado que ‘Mariano Rajoy es mi Quijote’, sin reparar, quizá, en que Don Quijote era el Caballero de la Triste Figura. Ya se sabe que los símiles los carga el diablo.
 
Ha habido no escasa emotividad en las primeras intervenciones de Cospedal como secretaria general y número dos del PP, cargo más bien sobrevenido en quien sintió antes la llamada de la Administración que la atracción de la política. Cospedal reprimió un sollozo al ser nombrada y volvió a reprimirlo al agradecer a Acebes su labor y afirmar que nadie le gana en amor a un partido por el que se va a dejar la piel. Por supuesto, estas circunstancias obligaban al lugar común, del mismo modo que es un lugar común afirmar conceptos tan indeterminados como que el PP es un partido joven y un partido de futuro. Con todo, Cospedal logrará su primer éxito en cuanto el PP empiece a lanzar dardos al PSOE en lugar de ofrecer a la prensa una áspera reflexión sobre sí mismo.
 
La izquierda ha recibido a Cospedal con esa amabilidad de rebuscar en la intimidad y complacerse seguidamente de que sea madre soltera. Ella ha dicho de sí misma que es católica practicante pero –como fuere- no estaría mal volver a la sabiduría cristiana del ‘no juzguéis’. Para los medios, una de las ventajas de Cospedal es que podrá decir lo mismo que Acebes pero con una inflexión de dulzura que el abulense no tenía. Lo que todavía no tiene Cospedal es un conocimiento extensivo del partido, el afecto ciego de la militancia. Ahí le espera un buen recorrido fatigando sedes pero nada en Cospedal hace sospechar que sea incapaz. Tras unos meses de tumultos más entornados que cerrados al término de Valencia, al ver a González Pons, a Cospedal, a Santamaría, cabe concluir que la renovación era esto. Magna labor: mostrar a muchos que el PP ha cambiado y a otros tantos que el PP sigue siendo el que era. La política está en esos equilibrios.
 
Cospedal es una ‘chica-Arenas’, de ese Javier Arenas que nunca ganó en Andalucía pero sigue ganándolo todo en el Partido Popular. Es a él a quien le debe sus primeras responsabilidades aunque Cospedal también se ejercitaría en la Comunidad de Madrid en la Consejería de Transportes –consejería sustanciosa- de Esperanza Aguirre. De ‘chica-Arenas’ a ‘chica-Aguirre’, es posible que Cospedal ofrezca un perfil de conciliación contra las tentaciones –tan derechistas- del cainismo.

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