Las lecciones (bochornosas) del caso Mari Luz

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La niña gitana Mari Luz fue secuestrada y asesinada por un pederasta que ya había sido condenado y que, asombrosamente, estaba en libertad. Cuanto más sabemos sobre el asunto, más intolerable resulta. Canallas los ha habido siempre y en todas partes; no es el crimen lo que resulta insólito en este episodio. Al revés, lo que resulta insólito es la negligencia de quienes deberían perseguir a los canallas. Porque ha sido por eso, por la negligencia, por lo que el canalla estaba en libertad.

Tal vez fue un expediente que se traspapeló en un juzgado, como tantos otros. Pero, ¿cómo pueden pasar estas cosas? Tal vez fue un juez poco diligente, pero, ¿cómo pueden pasar estas cosas? Tal vez es que este Gobierno, como los anteriores, sigue sin meterle mano al endémico problema de la Justicia en España, pero ¿cómo pueden pasar estas cosas? Tal vez es que en España hay un clima social irrespirable, donde todo marcha cabeza abajo. Y por eso pasan esas cosas.

Mientras el poder nos manda todos los días (y varias veces) el mensaje narcótico del progreso de España, en nuestro país están pasando cosas extremadamente alarmantes. Cosas que, además, parecen fruto de ese mismo “progreso”. Tras varios días de injustificable inacción, el Gobierno ha terminado llamando al padre de la niña para ofrecerle consuelo. Entre las noticias que paralelamente ha filtrado el Gobierno a los medios, figura la iniciativa –aún sólo en proyecto- de publicar registros de pederastas para que todo el mundo sepa quiénes son. Es una medida tan absurda como ineficaz. Lo que hace falta no son listas públicas de malvados, sino una estructura judicial y policial que ponga a los malvados a buen recaudo. Al Gobierno lo sostenemos –con impuestos- para que cumpla exactamente esa función. Si la policía y los jueces no son capaces de cumplirla, entonces la situación debe ser reformada a fondo. Y al Gobierno le corresponde una parte importante de culpa, pues de él dependen los ministerios de Justicia e Interior.

Por supuesto, de nada servirá todo eso si al mismo tiempo no se combate una de las grandes tachas de la actual sociedad española: la banalización del mal, la desaparición de cualquier criterio público de mal y de bien, fruto del intenso lavado de cerebro ejecutado por la cultura nihilista en los últimos treinta años. Sólo en un país así, donde el mal ha sido tan frivolizado, puede imaginarse un cúmulo de situaciones como el que ha conducido al asesinato de Mari Luz. Esta país está enfermo. Y hay que decírselo aunque no lo quiera ver.

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