La estrategia de la tensión

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Quizá todo forma parte de una estrategia deliberada por parte del Gobierno; quizá no, y todo ha sido casualidad. La historia del socialismo español está llena de esas casualidades: los tribunos inflaman los ánimos y, después, a alguien se le sublevan los brazos. ¿Hacemos memoria? Desde el atentado contra Antonio Maura, los ejemplos son incontables. Da la impresión de que hoy estamos ante un fenómeno parecido: los tribunos del Gobierno llaman a la guerra santa; después, la chusma política se lanza al ataque en la convicción de estar defendiendo la democracia.

En su hipócrita lamento de estas agresiones a los candidatos del no-PSOE (esto es, a todo el que no forma parte del autodenominado “bloque progresista”), los socialistas han reprochado a la derecha episodios añejos como el abucheo universitario a Felipe González. Es una manipulación atroz. Hay una ostensible diferencia de grado entre un abucheo y una agresión física. Que el gentío te abuchee es un lance que forma parte del sueldo del político: una vía como cualquier otra –aunque, ciertamente, no encomiable- de expresar la disconformidad popular, que el político tiene que saber asumir dentro de los usos habituales de la vida pública. Pero lo que hemos visto estos días –y ahí están los vídeos para borrar cualquier confusión- no tiene nada que ver con eso: gritos con amenazas de muerte, empellones violentos contra los guardias de seguridad, intentos de abalanzarse sobre las víctimas… Esto ya son palabras mayores. Por eso no tiene razón González cuando compara las agresiones a candidatas del no-PSOE con los abucheos que él, siendo presidente, sufrió en sede universitaria. La palabra, por acre que sea, tiene sus límites; el puñetazo, no. Entre el designio de descalificación y el designio de aniquilación media un trecho demasiado ancho.

La cruda realidad es esta: una izquierda que posee los resortes del poder no ha dudado en azuzar a sus bases contra el enemigo. Mientras unos y otros se lanzan el ofensivo marbete del “fascismo”, a los fascistas no se los ve por ninguna parte y, al contrario, lo único que se ve es una característica nebulosa socialista-comunista-separatista convencida de que puede usar la violencia para defender su concepto de la democracia; una democracia que, según parece, sólo sería aceptable si mandan ellos. Eso está a un paso del totalitarismo. Urge desalojar a esos irresponsables del poder.

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