Sobre los bárbaros.

Compartir en:

Bárbaro significa extranjero, hombre incivilizado que no conoce ni respeta las costumbres ni las leyes de la “polis”. Bárbaro es antónimo de civil, civilización es antónimo de barbarie.

Ciudadano Kane está nostálgico. Comienza a sentirse mayor. Empieza a pensar que es verdad lo que decían esos versos tan repetidos: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”.

No crea el lector que Kane se ha transformado en anciano por arte de un conjuro de magia negra realizado por algún moderno (“helmano”) cargo gubernamental admirador de la admirable y moderna democracia cubana del compañero Fidel, fielmente imitada por el amigo “Evo” y por el amigo Chavez y difundida por Moratinos en el África negra: "Mtongo penge Kotongo liso morondo".

Como contrapunto, Kane piensa en, un ilustre español que fue Ministro de Gracia y Justicia: Manuel Alonso Martínez, Hombre de Política (con mayúsculas) y Leyes. Hombre que administró grandes dosis de Justicia y alguna de Gracia. Fue el impulsor del proceso español de codificación y personaje esencial en la Ley de Bases de 1.888 que dió lugar al Código civil, un monumento a la libertad individual y a la autonomía de la voluntad.

El derecho y el estado han sido y representado el muro que, en Occidente, ha contenido a la barbarie. El Estado, desde Maquiavelo o mejor desde el reinado en España del católico Rey Fernando, surgió como un “leviatán” garante de la vida y de la seguridad de los ciudadanos. Estos, en un pacto social nunca escrito, renunciaban al ejercicio de la venganza privada y de la violencia. El Estado monopolizó el uso legítimo de la fuerza en defensa de la vida, de la libertad y de la hacienda de los ciudadanos, esto es, en defensa del orden público, de la nación y de su representación exterior. Así el estado es derecho y el derecho es respeto a la forma, por tanto, el estado y el derecho son civilización y buen gusto. Aquellos que incumplen el pacto citado, producen barbarie Este es el pacto que Zapatero ha incumplido, el pacto social primigenio y creador del estado.

Hoy los barbaros nos gobiernan y para recuperar España es preciso que dejen de hacerlo.

Los bárbaros han contribuido a con su estulticia e incompetencia a que España quede presa de una minoría de descerebrados nacionalistas, “charnegos” o "maquetos" en su mayoría, pendientes solo de ocultar su realidad oriunda mediante un radical odio a España y a lo español.

Los bárbaros quieren ampliar el aborto, han promovido el divorcio exprés, han legalixado el matrimonio entre sexos iguales y han despertado el anticlericalismo furibundo.

Los barbaros, cada vez que alguien levanta la voz y se hace oír, lanzan contra ese alguien a tontos medio cocer para negarles la voz y la palabra y les procesan.

Los bárbaros quieren quemar o disolver a la Conferencia Episcopal, pero se encuentran encantados de que les apoye la Junta Islámica.

Los bárbaros han agasajado a los asesinos y apalean a las víctimas, han mentido y se sienten orgullosos por ello.

En fin los bárbaros, bárbaros hombres de modales toscos y espíritu rural, bárbaros de amaneradas formas y cursi verbo, que gobiernan con astuta mano y sutil engaño en esta vieja nación.

“Bárbaro" Presidente Z y su equipo, ese “Dream Team” cutre-progresista, que nos gobiernan mediante  el empírico método de creación de la filosofía barata de una izquierda decrépita y trasnochada, el método de la ocurrencia y el voluntarismo. Para ellos el derecho es un producto barato y amortizable a corto plazo.

El derecho es, a su entender, una función directa y dependiente, únicamente, del ejercicio del poder. La voluntad del poderoso es, junto con su palabra, norma jurídica.

Claro, se me olvidaba que el jefe de los “bárbaros”, que el Excmo. Sr. Presidente del Gobierno de la Nación Española no es el Excmo. Sr. Ministro de Gracia y Justicia, Alonso Martínez. Este era hombre de Justicia, aquél es más hombre de gracia (de broma, de risa) pues desde ella nos gobierna. Digo esto porque entre lo que dice y hace, hay un insondable abismo y una permanente contradicción. Con el compañero Rodríguez Z vivimos en un estado de mucha gracia y poca justicia.

Propongo a Rodríguez Z que siga el consejo que, en unos hermosos versos, proponía Gabriel Celaya:

 …“Si yo fuera un César,

como primera orden de gobierno dictaría,

la risa a todo trapo

frente al orden, la ironía”.

Riamos, pues, mientras nos dejen y podamos.

Para finalizar, le ruego al Presidente de Gobierno que, al menos en la campaña electoral y en la publicidad, deje de utilizar ese lenguaje ñoño y (parafraseando a Petronio cuando escribió a nerón antes de suicidarse) no nos castigue más con su cursilería insoportable de pijo disfrazado de proletario.

Por cierto, quede claro que yo no soy Petronio y Zapatero no es Nerón. Además lo de "bárbaros" es un decir sin acritud ni mala intentención. Que no estamos para querellas en estos tiempos de crisis económicas.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar