Por el humo averiguaron
la proximidad de los acontecimientos.
Los objetos conservaban
sorprendentemente su disciplina:
la sartén en el vilo aún
de un fuego por extinguirse,
una disposición de plato y cubierto
dibujaba el fósil
de un hábito mudo.
Sólo un fugitivo o un ermitaño
podría vivir en este cobertizo
en medio de la estepa.
Como hormigas cruzaban la estancia
ávidos por llevarse algo
a la boca de las conjeturas.
Descartada la incursión del indígena
nadie supo dar una explicación razonable
a lo sucedido.
Un vocerío de capturas salpicaba
en las redes de la lógica.
Rendidos por la incertidumbre,
incapaces de entender el móvil de la huida,
decidieron volver a sus trabajos.
Entonces vino el silencio:
acústica ceniza
en la deserción de uno mismo.
Qué extraño todo
y cuantas veces se ha parecido
esta escena a mi vida.
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