Según la web especializada Forum Opera, el colectivo alemán Critical Classics ha modificado el libreto de La flauta mágica, de Mozart. ¿Con qué objetivo? Con el de expurgar todo lenguaje discriminatorio, sexista o racista y sensibilizar a la opinión pública sobre estos temas. La reputada violinista china Zhang Zhang lo explica en esta entrevista.
Como violinista y miembro de la Orquesta Filarmónica de Montecarlo, ¿qué opina de esta iniciativa?
El principal objetivo de este colectivo es crear una ópera “sin víctimas”, lo cual suena más al título de un episodio de Monty Python o Saturday Night Live que a una institución musical creíble.
Vivimos tiempos extraños. Ya es realmente inquietante que se hayan propuesto y aceptado cambios para hacer una nueva versión de La flauta mágica. Pero lo que aún es más grave es que estos cambios reflejan una violenta animadversión hacia las artes clásicas en general y la música en particular. Este colectivo ha logrado la proeza de censurar una de las mayores obras maestras de la historia.
¿Qué legitimidad tiene este colectivo para replantearse la obra de uno de los más grandes compositores, como es Mozart?
Ninguna, por supuesto. El equipo encargado de las decisiones en Critical Classics incluye a un “lector de sensibilidad” cuya formación se centra en la lucha contra la islamofobia y a favor de la interseccionalidad.
Además, este colectivo sólo está formado por tres músicos, cuyas carreras no pueden considerarse lo suficientemente consistentes o prestigiosas como para que se les considere miembros del grupo.
Tampoco pueden pretender hablar en nombre de toda la comunidad de la música clásica, ya que no son representativos de la misma. Los próximos objetivos, si damos crédito a sus anuncios, serán la Pasión de San Mateo de Bach, Madame Butterfly de Puccini y Carmen de Bizet. [Después de haber censurado ya a Beethoven. N. de la Red.]
En su comunicado de prensa, el colectivo anunció que la medida se había adoptado “para no ofender a nadie” y atraer así a un público más amplio. ¿No es contraproducente?
La cuestión es lo que pretenden. ¿Tienen la intención de “limpiar” otras obras que forman parte de la tradición musical, artística o cultural? ¿Será la Ópera de Pekín la próxima víctima? ¿La Haka? ¿El Noh? ¿Para que nadie se sienta víctima, excluido u ofendido? ¿Qué será lo próximo? ¿Volverán a pintar cuadros clásicos para cubrir a personas desnudas? ¿Inventarán una versión más sobria de la Biblia o del Corán? Es asombroso que no hayan empezado por estos clásicos, que evocan infinitamente más violencia de la que Mozart podría haber inventado o siquiera pensado. Y atraen a un público mucho más amplio.
El colectivo afirma estar deconstruyendo un sistema basado en una lógica “dominante-dominado”. Pero imponer la propia visión de la música ¿no es ya una forma de dominación?
Por supuesto. Lo que pretenden es borrar la memoria histórica y las obras maestras representativas de una cierta cultura, de un cierto mundo, someterlas a lo que nunca han sido. Están haciendo, en últimas, lo mismo que realizó la revolución cultural maoísta al modificar o destruir un enorme patrimonio de la cultura china; tradiciones que tenían miles de años de antigüedad y que fueron aniquiladas en nombre de… “el progreso social”.
Si de verdad estos “deconstruistas” quieren que se produzcan óperas “inofensivas”, “sin víctimas”, quizás deberían dedicarse a crear nuevas obras que se ajusten a su ideología. Pero… ¿tienen la capacidad, las habilidades necesarias para ello? No se preocupen: siempre podrán recurrir a la Inteligencia Artificial para generar una obra acorde con sus extravagancias. Pero ¡dejen en paz las obras históricas!
Toda esta corriente de destrucción o “deconstrucción” está movida hacia un lucrativo negocio —en nombre del progreso— que se apropia y amputa las obras maestras de las artes clásicas. Esto no sólo es grotesco, sino también peligroso. Lejos de representar avances y progreso, este comercio conduce a la confusión y la destrucción.
El arte es un reflejo de la vida y del mundo. Y nuestra sociedad no es la de la violencia cero, la ofensa cero, la víctima cero… Todo lo contrario. La música siempre ha sido la expresión —o una de las expresiones— de nuestra humanidad, de nuestras esperanzas, de nuestros miedos, de nuestros sueños y de nuestros recuerdos. Negar este testimonio, heredado del pasado, sería una pérdida para nosotros y para las generaciones venideras.
¿Es el deseo de distorsionar las obras originales un epifenómeno o un problema fundamental que afecta a todo el mundo de la música clásica?
Son oportunidades de negocio lucrativas para los pequeños guardias rojos “Playmobil”, que se han autoproclamado “guardianes del siglo XXI”. Su gran talento: sembrar el caos y la injusticia, apartándose de las causas sociales para ganar influencia y beneficios comerciales. Esperemos que más dirigentes de instituciones musicales tengan la sabiduría y el coraje de resistirse a esta nefasta tendencia.
¿Hay voces contrarias en el mundo de la música clásica?
Aunque muchos están consternados, preocupados o frustrados por estas cuestiones, son muy pocos los artistas que se molestan en expresar lo que piensan.
Algunos creen que se trata simplemente de una tendencia pasajera. Pero otros temen verse impedidos y controlados por estas nuevas formas de presión política y de acoso. A nadie le gusta ver sus conciertos cancelados o bloqueados por activistas…
En cualquier caso, espero que más artistas se posicionen contra estos despreciables intentos de corromper nuestro arte y nuestra profesión. El silencio, la mayoría de las veces, no es la forma más eficaz de luchar contra el mal.
© Le Figaro
[Nuestros anteriores artículos sobre ataques woke contra Homero, contra Beethoven y contra nuestra pintura ]
¿Entienden por qué el primer número de nuestra revista cultural versa sobre eso?
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