Éstos que ven aquí son, como en todo acto de este tipo, policías apostados sobre los tejados de los tres o cuatro edificios colindantes al lugar del mitin dado por quien, de no haber girado la cabeza una microfracción de segundo antes, se encontraría ya en el reino de los muertos.
Veamos otra imagen (todas son de fiar: provienen de la prensa sistémica que, inmediatamente después del atentado, lo calificaba de “incidente” o de “presuntos disparos”). Se trata de una foto aérea del lugar del mitin, con indicación del tejado desde el que Lee Harvey Oswald (perdón, Thomas Matthew Crooks) erró el tiró.
Y, para acabar, otra información que también proporciona, aunque de puntillas, algún periódico del Sistema: los asistentes al mitin descubrieron perfectamente, antes de que apretara el gatillo, la presencia de un hombre armado en el edificio desde el que disparó. Lo gritaron cuanto pudieron, pero nadie lo oyó ni lo vio ni actuó.
Conclusiones
- Sin que nadie le cierre el paso, el asesino se encarama al techo del edificio en cuestión. Se trata del único de los cuatro edificios existentes en el que no había ningún policía apostado.
- La gente lo ve y lo grita.
- La policía ni lo ve ni lo oye.
- Tampoco lo ven con sus potentes mirillas telescópicas los francotiradores apostados a 120 metros en el edificio de enfrente.
- Los avezados francotiradores sólo se da cuenta de algo una vez que Crooks (al que entonces abaten) ha efectuado sus diez disparos, uno de los cuales roza milagrosamente la oreja de Trump, otro mata a un asistente, y un tercero hiere gravemente a otro.
Nada más que alegar, Señoría.
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