15 de marzo de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

Célebre viñeta de Chumi Chúmez

La majadería que lo rompe todo: «ser de derechas es pisotear lo social»

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Y sobre ese lugar común («ser de derechas es ir contra la justicia social») es como se ha asentado el poder de la izquierda… y de la derecha. Pero de la derecha liberal, que ésa sí menosprecia y pisotea lo social.

 

Desde hace muchos años, hemos visto cómo la derecha política se ha centrado en defender casi en exclusividad asuntos como la economía de mercado y la libertad individual. Desde finales de los años 70 fue abandonado un discurso social fuerte para caer en un liberalismo más o menos extremo en lo económico, aunque fue laxo y moderadamente progresista en otros asuntos. Sin embargo, en un mundo donde las desigualdades y los desafíos sociales son cada vez más evidentes, es imperativo que haya una derecha que asuma posturas más comprometida con la justicia social y el bien común. Esto no significa renunciar a sus principios, sino más bien en cierto modo recuperarlos y adaptarlos a la realidad actual, en una línea muy cercana a la Doctrina Social de la Iglesia.

La Iglesia, a lo largo de su historia, ha enfatizado la necesidad de equilibrar la libertad económica con la justicia social. Juan Pablo II, en su encíclica Centesimus Annus, dejó claro que «la economía de mercado debe estar orientada hacia el bien común y no únicamente hacia la ganancia». Esto es clave: el mercado no puede ser un fin en sí mismo, sino un medio para lograr una sociedad más justa. Es hora de que la mayoría de la derecha política entienda que no basta con la prosperidad económica si esta no llega a todos.

Un buen ejemplo de esta sensibilidad fue la Nueva Derecha francesa, que ha sabido combinar la defensa de la identidad y la soberanía nacional con una preocupación real por la cuestión social. Desde esta corriente de pensamiento se ha defendido la importancia de fortalecer la familia, proteger a los trabajadores y garantizar una economía que no solo favorezca a las grandes corporaciones, sino también a los pequeños emprendedores y a las clases medias y bajas. Esta corriente política ha comprendido que la verdadera tradición no es solo conservar lo antiguo, sino hacer que los valores esenciales perduren en una sociedad cambiante.

Alain de Benoist señaló: «La riqueza acumulada del 1% de los habitantes más ricos del planeta está hoy a punto de superar la poseída por el 99% restante. […] En los países desarrollados, los salarios no han cesado de estancarse o de disminuir desde hace un cuarto de siglo, obligando a los asalariados a endeudarse cada vez más para conservar su nivel de vida, con los resultados que sabemos».

Es momento de dejar atrás ciertos dogmas del liberalismo económico extremo y adoptar una visión más equilibrada, donde la economía esté al servicio del hombre y no al revés. El mismo Benoist expresó de forma clara que «el futuro está en lo local, en los circuitos cortos, en el renacimiento de las comunidades, en la democracia directa, en el abandono de los valores mercantiles. El antídoto será encontrado cuando los ciudadanos descubran que no son sólo consumidores y que la vida puede ser más bella si repudiamos un mundo donde nada tiene valor, pero todo tiene un precio».

En definitiva, es el momento de evolucionar y asumir el reto de construir una sociedad más justa, sin perder su esencia. No se trata de elegir entre tradición o justicia social, sino de integrarlas en una visión coherente y moderna del mundo. Porque, al final del día, el verdadero conservadurismo no consiste en aferrarse a lo viejo, sino en conservar aquello que realmente importa: la dignidad de cada ser humano.

 


 

Así piensa la Nueva Derecha
Y así lo expresa su revista
¡Imposible no leerla!

 

                      

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