Qué le vamos a hacer, no tenemos remedio. Si está usted leyendo un periódico tan manifiestamente facha como éste (cualquier día lo vamos a llamar “EL MANIFIESTO, periódico decano de la fachosfera”), la cosa está clara. Es usted, amigo, un facha de mucho cuidado. Y es también todo lo demás: un machirulo heteropatriarcal, o una complaciente esclava del patriarcado; alguien, en fin, que cree en cosas tan rancias y casposas como la patria y su pasado, la civilización y su cultura, la belleza y su estremecimiento, el erotismo y su seducción. Etcétera.
Hasta hace poco —reconozcámoslo— a todos nos daba algo de reparo aceptar públicamente calificativos tan degradantes y, a la vez, tan desternillantes como éstos. De algún modo, tratábamos de rebatir la famosa “reductio ad Hitlerum” que nuestros enemigos nos atribuían y nos atribuyen.
Pero, cuidado, lo nuestro no tenía nada que ver con el apocamiento que, ante la “cultura de izquierdas” (valga el oxímoron), sufre el Pepe (más conocido como PP). Se trata, sin embargo, de miedo, de un acomplejamiento que en realidad tampoco es tal. Peperos y peperas forman parte íntegra del Régimen, del Sistema. Viven dentro de él, inhalan y exhalan su aire: ¿cómo podrían no adherir —por más que hagan algunos mohines de disgusto— a sus ideas, a su cultura, a su talante, a su espíritu.
Nosotros, no. La derecha identitaria o patriótica siempre ha estado extramuros del Sistema. Pero una cosa es eso, y otra cosa es proclamarlo alto y fuerte. Una cosa es no tener nada que ver con quienes están intramuros, y otra cosa es troncharnos de risa ante sus narices.
Y eso, reírnos y acoger sus insultos como quien recibe una medalla (“Me inquieta francamente que nadie hoy me haya llamado facha: ¡algo mal estaré haciendo!”): reaccionar de esta manera es lo que ya hemos empezado a hacer, aunque todavía no con el suficiente desprecio.
¡Hagámoslo resueltos y decididos! Pero sin caer nunca en los desvaríos y sectarismos de lo que cabe denominar “el gueto frikifacha”. Son pocos, por fortuna, están casi desaparecidos; pero hay que andarse con cuidado. Son cuantiosas as capacidades de infiltración y manipulación por parte de los órganos que velan, siempre al acecho, por nuestro bien.
No tratemos de rebatir los improperios con que creen zaherirnos. Dejemos que sus exabruptos nos resbalen. “¿Somos fachas? Sí, hombre, sí. ¡No sabes cuánto!” Seamos mordaces, sarcásticos: son las mejores armas. Y, olvidándonos de ellos, vayamos a lo nuestro. Hasta conseguir que sea lo de todos.
Tomémosles la palabra y divirtámonos. Como ha debido de divertirse el anónimo autor de estos memes con los que queda, por lo que al patriarcado se refiere, gráficamente ilustrado todo lo que aquí se ha dicho.
Asúmalo a fondo.
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