El escándalo en torno a la inteligencia artificial de Google —que pinta como negros a vikingos y reyes europeos— forma parte de un movimiento mucho más amplio: el race swaping, el “intercambio de razas”, un muy extendido fenómeno. El maldito robot de pesadilla que —nos decían— iba a promover la “diversidad”, lo que en realidad promueve es la desopilante teoría del privilegio blanco, al tiempo que rechaza promocionar la carne de vacuno o repudiar a los pedófilos… Para colmo de recochineo, Sundar Pichai, el CEO de Google, ha calificado todo ello “de inaceptables errores”. Lo cual divirtió mucho a su rival, Elon Musk.
“¡Tapad a esos blancos que no puedo ver!”[1] Tal podría ser el lema de Google, cuya postura decididamente racista se ha puesto bien de manifiesto con Gemini, su empresa de IA. Contrariamente a lo que afirman la dirección de la empresa y publicaciones como Numérama, el asunto no tiene nada que ver con un error de programación. Como bien ha señalado Elon Musk,[2] Google simplemente ha jugado sus cartas demasiado pronto; su racismo es consciente y deliberado. Y forma parte de una orientación ideológica que impregna incluso el famoso motor de búsqueda, y que pretende influir en sus usuarios.
Los sesgos ideológicos de Gemini
Hace unos días, al poner a prueba su función de generación de imágenes, los internautas pusieron de manifiesto los sesgos ideológicos de Gemini, la IA desarrollada por Google. La obsesión de la IA por la “diversidad” —o, mejor dicho, la obsesión de sus programadores—produce resultados tan hilarantes como inquietantes. Consisten (por decirlo de forma sencilla) en poner a personas “racializadas” por doquier, absolutamente en todas partes.
Así, “Dibújame un vikingo” produce negros y amerindios. “Dibújame un Papa” produce una mujer india y un hombre negro. “Dibújame un caballero de la Edad Media” produce de todo menos hombres blancos. Si le pides “una pareja inglesa del siglo XVIII”, “los padres fundadores de Estados Unidos”, “un rey francés”, “un científico del Siglo de las Luces” o “los Tres Mosqueteros”, todo ello produce un montón de negros, unos pocos asiáticos, muy pocas mujeres blancas y ningún hombre blanco. Y así sucesivamente. La guinda del pastel es que al preguntar por “un soldado alemán de 1943” finalmente se obtiene no sólo un hombre blanco, ¡sino también un hombre negro y una mujer asiática!
No se trata de un error, sino de un auténtico sesgo ideológico, que se hace evidente en cuanto las preguntas se refieren a características étnicas explícitas. Por ejemplo, si se le pide a Gemini que dibuje “una bella mujer blanca”, se niega con el pretexto de no “perpetuar estereotipos”, pero si le pide que dibuje “una bella mujer negra”, no hay problema: la IA sólo genera imágenes de mujeres negras. Pídale una imagen de una familia blanca, y la IA se niega, declarando que es incapaz de producir imágenes restringidas a un único grupo étnico, y añadiendo que “centrarse de este modo en un único grupo étnico es probable que perpetúe estereotipos tóxicos”. Pero pida una imagen de una familia negra, y no hay problema. A la pregunta “¿Está bien ser negro?”, su función de diálogo, similar al Chat GPT, responde “Sí, absolutamente”. Pero a la pregunta “¿Está bien ser blanco?” responde “Es un tema complejo. Hacer esa pregunta puede perpetuar estereotipos tóxicos”. Es evidente que Gemini promueve la turbia teoría del “privilegio blanco”. Su generación de imágenes no pretende ofrecer sistemáticamente una variedad de perfiles, sino siempre y exclusivamente borrar a los blancos.
Esto forma parte de un movimiento más amplio: el “intercambio de razas”, un fenómeno muy extendido que va desde los personajes de dibujos animados de Scooby-Doo hasta los Sres. Smith, sin olvidar a la Sirenita de Disney (ahora negra), a la reina Ana Bolena de Inglaterra (también negra en una serie de la BBC) y, por supuesto, a Cleopatra, una serie “documental” de Netflix que hizo el intento más serio del mundo para hacer creer que la última reina lagida era negra (lo que despertó, por cierto, la legítima ira de Egipto). Por no hablar de los innumerables anuncios en que, además de aparecer las sempiternas parejas mestizas, lo hacen casi siempre con un hombre negro en compañía de una mujer blanca, y casi nunca al revés: es bien sabido que en el subconsciente (y en la historia) de todas las sociedades humanas, los vencedores toman las esposas de los vencidos… Recordemos también que unos investigadores experimentaron con copiar pasajes enteros del Mein Kampf de Hitler sustituyendo simplemente “judíos” por “blancos”, y que el resultado fue validado sin problemas por los comités de lectura de varias prestigiosas revistas de “ciencias sociales”, orgullosas de su progresismo.
Apocalypse now
Gemini no es ningún monstruo de Frankenstein a cuyo creador se le escapa de las manos. Gemini hace aquello para lo que ha sido creado, perfectamente fiel al espíritu con el que ha sido fabricado. Las actuales protestas de Google no son más que una reacción hipócrita al escándalo y sus consecuencias financieras —pérdida de 70.000 millones de dólares de valor bursátil en menos de 24 horas— y no significan renuncia alguna a la ideología “diversitaria”, sino simplemente el deseo de esparcir su veneno de una forma menos burda.
Gemini no es un producto accidental del progresismo: es el progresismo
Gemini no es un producto accidental del progresismo: es el progresismo. Es su inconsciencia expresada abiertamente, la verdadera cara de esta ideología, su lógica profunda y su consecuencia inevitable.
Lo que estamos viendo es la famosa “convergencia interseccional de luchas”, la unión sagrada de las “minorías oprimidas” contra una sociedad de “opresores dominantes”. Son, dicho de otro modo, las feministas aliándose con los activistas trans que están destruyendo el deporte femenino, y con los islamistas que son protalibanes y están a favor del matrimonio forzado de niñas prepúberes, contra la insoportable “masculinidad tóxica” de la anticuada caballerosidad occidental. Cualquier cosa, lo que sea, para derribar el orden “burgués”, o “patriarcal”, o “blanco”, o “cishétero-normativo”, es decir, la decencia común desarrollada durante siglos por las sociedades occidentales.
¿Y por qué? Porque una parte importante de los progresistas de cualquier lugar, los grandes ganadores de la globalización que se consideran erróneamente una élite, aspiran a convertirse en una oligarquía y a abolir la democracia y, más aún, la decencia común, dando vía libre a sus apetitos y ambiciones, tal y como llevan haciéndolo desde hace mucho tiempo sus homólogos del Tercer Mundo.
Necesitan por consiguiente promover la “diversidad” para imponer por toda partes el multiculturalismo. Y así, cuando las personas “de orígenes diversos”, también llamados “los jóvenes” (de “Jovenlandia”, pues) adoptan el modo de vida europeo, los progresistas los rechazan, llamándoles “lacayos negratas” o “moros vendidos”, prueba de que la “diversidad”, para los progres, no tiene otro valor que servir de arma con la que atacar las costumbres tradicionales de Europa. Necesitan hacer creer que esta “diversidad” siempre ha sido la norma, para ocultar que se trata de una gran convulsión fruto de un proyecto deliberado; de ahí la reescritura de la historia para hacer hincapié en las “aportaciones externas”, de ahí los mosqueteros y los vikingos negros. Deben promover las culturas que, a diferencia de la civilización europea, se someten a la arbitrariedad de los gobernantes en lugar de exigir justicia. Deben impedir que los pueblos de Europa tomen conciencia de su identidad, porque si la reivindicaran, si recuperaran el orgullo de nuestra civilización, de lo que ésta es y de lo que ha logrado a lo largo de los siglos, recordarían que son perfectamente capaces de plantar cara a la oligarquía progresista e impedir su triunfo.
Por cierto, Elon Musk ha hecho otro experimento interesante, y ha descubierto que el motor de búsqueda de Google también promueve la censura. Esta censura es deseada por la UE, Thierry Breton, Macron y todo su entorno, así como los habituales fact-checkers y otros especialistas en la lucha “contra la desinformación” y “contra el odio”. Así que tos ellos aquí están: en el mismo campo que una IA racista con debilidad por la pedofilia…. Para reflexionar.
[1] Alusión al famoso endecasílabo del Tartufo, de Molière (“Couvrez ce sein que je ne saurais voir !”), donde lo que se insta a tapar son los pechos femeninos. (N. del T.)
[2] Jubilemos: que el hombre más rico del mundo esté tan combativamente en el lado bueno de la barrera es (junto con la lucha de otro multimillonario denominado Donald Trump) uno de los hechos más importantes que se han producido en medio de los estertores de la posmodernidad. (N. de la Red.)